Desde hace algunos años, más de una década, vengo poniendo aquí algún recordatorio de la celebración del Día Mundial del Teatro. Me gusta leer cada año el discurso que escribe alguna personalidad destacada, y siempre me ha preocupado cómo se difunde un texto que se traduce a decenas de idiomas desde el original y sobre el que el Instituto Internacional del Teatro (ITI) no recomienda cuando lo encarga que debe estar bien escrito. Este año, en el árabe del Egipto natal de la actriz Samiha Ayoub, lo que dificulta saber la calidad del texto de partida. El de llegada es el que nos preocupa a los hispanohablantes, y este año, me ha costado decidirme por una versión, que es la que pongo aquí: «Les escribo este mensaje en el Día Mundial del Teatro, y abrumada por la alegría de hablarles, cada fibra de mi ser tiembla bajo el peso de lo que todos sufrimos —artistas teatrales y no teatrales— desde las presiones demoledoras y los sentimientos encontrados en medio del estado del mundo actual. La inestabilidad es un resultado directo de lo que atraviesa nuestro mundo hoy en día en términos de conflictos, guerras y desastres naturales que han tenido efectos devastadores no solo en nuestro mundo material, sino también en el espiritual y en nuestra paz psicológica. Les hablo hoy mientras tengo la sensación de que el mundo entero se ha convertido como en islas aisladas, o como barcos que huyen en un horizonte lleno de niebla, cada uno de ellos desplegando sus velas y navegando sin guía, sin ver nada en el horizonte que lo guíe y, a pesar de ello, continúa, esperando llegar a un puerto seguro que lo contenga luego de su largo andar en medio de un mar embravecido. Nuestro mundo nunca ha estado tan estrechamente conectado entre sí como lo está hoy, pero al mismo tiempo nunca ha estado más disonante y más alejado el uno del otro que hoy. He ahí la dramática paradoja que nos impone nuestro mundo contemporáneo. A pesar de lo que todos estamos presenciando en cuanto a la convergencia en la circulación de noticias y comunicaciones modernas que rompió todas las barreras de las fronteras geográficas, los conflictos y tensiones que vive el mundo rebasaron los límites de la percepción lógica y crearon, en medio de esta aparente convergencia, una divergencia fundamental que nos aleja de la verdadera esencia de la humanidad en su forma más simple. El teatro en su esencia original es un acto puramente humano basado en la verdadera esencia de la humanidad, que es la vida. En palabras del gran pionero Konstantin Stanislavsky: «Nunca entres al teatro con barro en los pies. Deja el polvo y la suciedad afuera. Deposita en la puerta de entrada, junto con tu ropa, tus pequeñas preocupaciones, disputas, tus insignificantes dificultades y todas las cosas que arruinan tu vida y desvían tu atención de tu arte». Cuando subimos al escenario, lo hacemos con una sola vida dentro de nosotros, pero esta vida tiene una gran capacidad de dividirse y reproducirse para convertirse en las muchas vidas que transmitimos en este mundo para que exista, florezca y esparza su fragancia a los demás. Lo que hacemos en el mundo del teatro como dramaturgos, directores, actores, escenógrafos, poetas, músicos, coreógrafos y técnicos, todos nosotros sin excepción, es un acto de creación de vida que no existía antes de subirnos al escenario. Esta vida merece una mano cariñosa que la sostenga, un pecho amoroso que la abrace, un corazón bondadoso que simpatice con ella y una mente sobria que le proporcione las razones que necesita para continuar y sobrevivir. No exagero cuando digo que lo que hacemos en el escenario es el acto de la vida misma que generamos de la nada, como una brasa ardiente que centellea en la oscuridad, iluminando la oscuridad de la noche y calentando su frialdad. Nosotros somos los que le damos a la vida su esplendor. Somos quienes la encarnamos. Somos quienes la hacemos vibrante y significativa. Y somos nosotros quienes damos las sabidurías para entenderla. Somos los que usamos la luz del arte para enfrentar la oscuridad de la ignorancia y el extremismo. Somos los que abrazamos la doctrina de la vida, para que la vida se propague en este mundo. Para ello ponemos nuestro esfuerzo, tiempo, sudor, lágrimas, sangre y nervios, todo lo que tenemos que hacer para lograr este elevado mensaje, defendiendo los valores de la verdad, el bien y la belleza, y creyendo verdaderamente que la vida merece ser vivida. Les hablo hoy, no solo para decir, no solo para celebrar al padre de todas las artes, el «teatro», en su día mundial. Lo hago para invitarlos a que juntos, todos nosotros, de la mano y hombro con hombro, a que gritemos en voz alta, como estamos acostumbrados a hacerlo en los escenarios de nuestros teatros, dejando que nuestras voces salgan para despertar la conciencia del mundo entero, para buscar toda la esencia perdida del ser humano libre, tolerante, amoroso, comprensivo, gentil y abierto. Y para rechazar esa vil imagen de brutalidad, racismo, conflictos sangrientos, pensamientos unilaterales y extremismo. El hombre ha caminado sobre esta tierra y bajo este cielo durante miles de años, y seguirá caminando. Saca, pues, sus pies del lodazal de las guerras y de los cruentos conflictos, e invítalo a dejarlos en la puerta del escenario. Quizás nuestra humanidad, que se ha ensombrecido en la duda, alguna vez vuelva a convertirse en una certeza categórica que nos haga a todos verdaderamente aptos para sentirnos orgullosos de ser humanos y de que todos somos hermanos en la humanidad. Es nuestra misión, los dramaturgos, los portadores de la antorcha de la ilustración, desde la primera aparición del primer actor en el primer escenario, estar al frente para enfrentar todo lo que es repugnante, sangriento e inhumano. Lo confrontamos con todo lo que es bello, puro y humano. Nosotros, y nadie más, tenemos la capacidad de difundir vida. Propaguemos esto juntos por el bien de un mundo y una humanidad». Samiha Ayoub [Traducción del Centro Colombiano del ITI]
lunes, marzo 27, 2023
domingo, marzo 26, 2023
Sybila Arredondo
Preparaba mis notas esta tarde sobre mis clases de mañana sobre el escritor peruano José María Arguedas —leeremos Los ríos profundos— y me acordé de que hace poco más de dos años mi amigo Ignacio Úzquiza me pidió que si podía averiguar la dirección de Sybila Arredondo, la viuda del escritor, porque quería enviarle un libro. No me costó mucho saber que vivía en una parcela de Rangue, a setenta kilómetros al sur de Santiago de Chile, sin más datos. Sé que le envió el libro por el que, por persona interpuesta, Sybila se había interesado: El río y el mar. Correspondencia José María Arguedas / Emilio Adolfo Westphalen (1939-1969), que publicó Fondo de Cultura Económica en 2011. Y sé que se lo devolvieron y que, a día de hoy, no sabemos nada de ella. No será muy difícil saber algo; y hay huellas relativamente recientes de su presencia en la prensa digital. Sybila pasó catorce o quince años en las cárceles de Perú acusada de terrorismo y de pertenecer a Sendero Luminoso. Sin dejar de vincularse con la lucha revolucionaria como una mujer de izquierda marxista y leninista, se dedicó a la preparación de las obras completas de su marido hasta que fue detenida. Estuvo presa hasta diciembre de 2002, cuando regresó a su Chile natal. Su madre, la escritora Matilde Ladrón de Guevara (1910-2009), escribió e hizo muchas gestiones para lograr la liberación de su hija. He visto un dossier en el que hay escritos de Sybila al presidente chileno Patricio Aylwin y de su madre a su sucesor Eduardo Frei en 1996 en los que se expresa así: «S.E. tiene hijas y en los momentos que usted razonaba en T.V., las evoqué, deseándoles lo más bello y noble en su futuro y jamás el sufrimiento de la mía, exterminada en Perú, prisionera enferma física y psíquicamente», y que cierra: «Le requiero respetuosamente auxilio, en nombre de sus hijas, y liberarme con Sybila hacia la patria maravillosa para aurar “el alma herida de Chile”… y la estrictamente humana de esta madre, su adepta y S.S. cuya vida deja en sus manos». Me fascina y, por supuesto, me sobrepasa que la relectura de unos apuntes sobre una novela para preparar unas clases me lleve a tantas circunstancias y a tanta historia, y que también vuelva a toparme con las palabras que Arguedas, antes de pegarse un tiro, dejó escritas. A su mujer y al mundo. Algunas, en su novela póstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971).
miércoles, marzo 22, 2023
Canto a Teresa
«No me cansaría de admirar la ilustración de la portada de Canto a Teresa y de sentir el singular tacto de la misma. Una auténtica obra de arte. No me creo que cueste sólo 15 €», escribe un lector en un comentario en la página de la editorial vallisoletana Deméter, inclinada a la publicación de obras clásicas relacionadas con lo fúnebre, lo macabro, lo gótico, lo extraño o lo singular. Espronceda, Canto a Teresa. Ilustrado por Antonio del Hoyo (Valladolid, Editorial Deméter, 2022) es una esmerada edición de lo que se publicó como segundo canto del soberbio e inacabado poema El Diablo Mundo (1840) del escritor romántico. En una nota manuscrita algo más extensa que la que se recogió en la primera edición por entregas, Espronceda escribió: «Este canto 2º es un desahogo de mi corazón. Tal vez mis quejas parezcan fastidiosas y fuera de propósito a mis lectores. Yo tenía necesidad de escribir así, y he obedecido a un impulso superior a mi voluntad. Pongo aquí esta nota p[ar]a que el q[u]e no quiera leerlo lo salte sin escrúpulos, pues no está ligado de ninguna manera a la historia general del cuento». Nadie debe saltarse este extraordinario texto, porque, a mi modo de ver, añade mucho sentido al conjunto en el que se inserta, El Diablo Mundo, uno de los poemas más románticos del romanticismo decimonónico y más rompedores. Una obra inacabada, en seis cantos —más unos fragmentos de un séptimo— en los que el poeta mezcla lo lírico, lo narrativo y lo dramático en poco más de seis mil versos. Sin embargo, la edición exenta del Canto a Teresa, como esta de Deméter, tan brillantemente ilustrada por Antonio del Hoyo, destaca con justicia «uno de los poemas de amor más emocionantes de todos los tiempos», como lo calificó el poeta Guillermo Carnero en su estudio y antología Espronceda (Júcar, 1979). Sobre esta edición exquisita del Canto a Teresa hablaremos el próximo sábado en el Teatro Carolina Coronado de Almendralejo.
martes, marzo 21, 2023
Por poesía
Decía Mairena a sus alumnos, citando a su maestro, que cuando algo está mal, debemos esforzarnos por imaginar en su lugar lo que esté bien, y que, si por azar, lo encontramos, que intentemos pensar en algo que esté mejor: «Y partir siempre de lo imaginado, de lo supuesto, de lo apócrifo; nunca de lo real». A veces, lo más real es lo imaginado, aquello que parece eludir la cruda inclemencia con las palabras de un poema, de una novela. No sé, quizá con lo que sostiene la tarea de un profesor de literatura en sus clases. Mucha materia literaria diaria. Lástima que el otro día no supiese decir lo que pretendía. No salió bien mi intención de expresar cómo una palabra, por voluntad del autor, busca su acomodo junto a otra y la contagia de un brillo especial. «—¿Os dais cuenta? —hablaba en el aula— ¿Cómo roza en ese poema el adjetivo pospuesto a la pausa versal? ¿Cómo modifica a su antecedente tan suspendido por eso?». Podría poner ejemplos varios, porque nos ocurre cada día. Son muchos casos. Esa mañana quizá fuese por un poema de César Vallejo o de Meléndez Valdés, que fueron dos autores que nos ocuparon en clases distintas. Afuera están ocurriendo muchos desastres que solo nos llegan por la prensa mientras estamos plácidamente sentados en una terraza de una ciudad tranquila como esta. O en clase. Cuando creemos que todo está bien; y resulta que no, que lo que provocamos es rechazo y disgusto. Chafar existe y no siempre es transitivo. Hoy, Día Mundial de la Poesía y del Síndrome de Down , hemos terminado la mañana con versos que son del programa de la asignatura —vaya privilegio. No ha habido nada forzado; e Idea Vilariño e Ida Vitale han llenado la clase con el «hueso a la intemperie» —que dijo Juan Gelman— de una, y los accidentes nocturnos de la otra; las que formaron parte de aquel grupo o generación del 45 en Uruguay cuando recibieron la visita de Zenobia y Juan Ramón, en la fotografía. Libros, versos, que valen lo que no está escrito. Hay que celebrarlo.
lunes, marzo 20, 2023
Pepe Higuero
Me alegró mucho estar ayer en el homenaje a Pepe Higuero (1946-2020) que se celebró en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Cáceres, en un acto presidido por el alcalde Luis Salaya y con tan numerosa asistencia que hubo personas que lo siguieron de pie —qué bonito, algunas con pajarita. Agradezco a la periodista Ángeles Luaces, su viuda, que me enviase hace unos días la invitación para estar en tan emotivo homenaje a alguien que merece mucho el reconocimiento de una ciudad como Cáceres. Así fue ayer; aunque estos actos tendrían que ser retransmitidos para que toda la ciudadanía sepa de la huella que una personalidad como la de Pepe Higuero ha dejado aquí en lo intangible, que es tan importante, y en lo más consuetudinario —que a la gente gusta mucho— como la estatua de Leoncia en San Juan, el Gran Teatro, el Festival Womad, etc… La gestión cultural, el periodismo, la radio y la música, y la fotografía articularon el guion del acto que recorrió la trayectoria de Pepe en día tan señalado como el 19 de marzo; con las intervenciones de Jaime Naranjo —que fue el Consejero de Cultura de la Junta de Extremadura con el que trabajó su amigo Pepe Higuero como director de Acción Cultural—, de Carlos Sánchez Polo —alcalde de Cáceres desde 1987 a 1995—, que recordó cómo supo por Pepe del golpe de Estado del 23-F, y otros momentos compartidos. La periodista de Canal Extremadura María Hurtado fue dando la palabra a otros intervinientes que hablaron de la faceta de periodista de Higuero —José Manuel Delgado, Félix Pinero, con textos enviados que leyó la presentadora, y en presencia, Miguel Ángel Muñoz y Lola Luceño, de El Periódico Extremadura que Pepe dirigió—, de su labor en la radio —cubierta por Fermín Naranjo y Florencio Bañeza— o de sus otras facetas como gestor y motivador en ámbitos como el área de comunicación y obra social de una entidad como Caja de Extremadura —intervino Jesús Medina, que fue su presidente— y su relación y apoyo a la juventud universitaria de asociaciones como AUNEX que representó ayer —o tempora, o mores— María José López. La guinda la puso el entrañable Luis Casero, siempre con su reivindicación cacereña y su querella por el desequilibrio provincial que favorece a Badajoz como «extremeño del norte», que es una de las personas que más unida ha estado durante tantos años a Pepe Higuero. Fue un acierto abrir el homenaje con su pareja Ángeles Luaces, muy emocionada en sus primeras palabras, y cerrar con Luis Casero, en su estado puro. Ellos, todos, los protagonistas del acto, la familia de Pepe y los que tomaron la palabra, ocuparon los asientos habituales de quienes componen la corporación municipal. Un acto emotivo en el que me vino el recuerdo difuso de una tarde en los talleres de la Editorial Extremadura en los bajos de un edificio de La Madrila a los que acudimos a principios de los ochenta para pedir apoyo para la revista Residencia o alguna otra publicación. No recuerdo ahora; pero quizá aquella fue mi primera imagen de Pepe Higuero. De las últimas, más firmes, una mañana en la que tuve el privilegio de que me enseñase cada rincón del recién habilitado Palacio de Mayoralgo en el que trabajaba y la sesión para el libro Sorprendente Cáceres Sorprendente (Mérida, Asamblea de Extremadura, 2007). Desgraciadamente, también, lo llevo en el sobresalto de un tiempo extraño e insólito de pandemia brutal que se llevó a Pepe y a mi hermano Luis, que nació el mismo año y que murió diez días antes (1946-2020). Ay.
jueves, marzo 09, 2023
Víctor Chamorro
No traté mucho a Víctor Chamorro (1939-2022), aunque coincidimos algunas veces. Quizá nuestro mayor contacto fue cuando, a propuesta de su amigo Teófilo González Porras, le invitamos a que participara en el Aula José María Valverde en el curso 96-97, en el que intervinieron también en esa edición José Hierro, Vázquez Montalbán, Juan José Millás y José Antonio Marina. Fue el segundo autor extremeño que visitó el aula, después de que en el primer curso estuviese Luis Landero. Otro buen amigo de Víctor y de Teófilo, Gonzalo Sánchez Rodrigo, estuvo en aquel encuentro y su recuerdo me ha traído el de un libro de Víctor Chamorro, menos citado que otros, pero muy relacionado con ese lado tan ilustre del escritor que fue la enseñanza: Sin raíces (1970), la biografía novelada de Agustín Sánchez Rodrigo (1870-1933), el inventor del método Rayas. Un libro que, por aquellos años, Víctor Chamorro consideraba como el mejor entre los que había escrito, y ya por el año 70, Víctor tenía publicadas cinco novelas y Hurdes, tierra sin tierra (1968). Me parece ese libro, Sin raíces, todo un símbolo y emblema de la figura de Víctor Chamorro; no solo porque está muy bien escrito, sino porque es extraordinariamente emocionante que el escritor de Monroy aprendiese a escribir y a leer gracias al invento de la persona que le encargaron biografiar. Sin salir de la letra impresa, me gusta imaginar que, de no haber sido por aquel impresor de Serradilla que fue Agustín Sánchez Rodrigo, no habríamos tenido un escritor de la importancia de Víctor Chamorro. De esta manera llevaré el recuerdo de aquella biografía novelada que fue Sin raíces al acto que esta tarde se ha organizado en el Ateneo.
martes, marzo 07, 2023
José Antonio Zambrano
Hoy —sorpresivamente para mí— el periódico digital ProproNews ha publicado, mejor ataviado, el texto que envié sobre José Antonio Zambrano. Me estimula retomar contacto con José Mª Pagador y compartir espacio con personas como Juan Serna, Gregorio González Perlado, Elisa Blázquez, Moisés Cayetano Rosado o José Manuel Villafaina.
domingo, marzo 05, 2023
Del tres al cinco y ya domingo
Desde que salí de clase el viernes a las once de la mañana, después de casi dos horas con versos —monumentales en su ligereza— como «Viendo el Amor un día / que mil lindas zagalas / huían de él medrosas / por mirarle con armas, / dicen que de picado / les juró la venganza / y una burla les hizo, / como suya, extremada. / Tornóse en mariposa, […]», de Meléndez Valdés; poco más imponente me ocurrió. A la tarde, sí, acudí a la defensa de la tesis doctoral de Pepe Hinojosa El Partido Comunista de España en Extremadura durante el Frente Popular: República y Guerra (1936-1939), que resultó un hito —no por su merecido cum laude, algo consuetudinario en la universidad española— por provocar el caos en una Facultad que llenó su salón de actos y su cafetería con todos los que no cupimos en el sitio de la convocatoria. No pude quedarme y me alegré mucho luego del dictamen; y qué razón tiene el nuevo doctor en que la Facultad debería programar más actos en un horario al que puedan acudir los profesores que trabajan por la mañana. Cené en casa ajena y amiga una ensalada de berenjenas que creo que se llama zaalouk, y caminé de vuelta por la noche cacereña pensando en que sería el calentamiento para el paseo matutino del sábado, feliz, por el parque apacible, antes de comprar la prensa que me exaspera, me somete, me llena y me cautiva. Me sorprende tanto lo que leo; por previsible, sobre todo. Terminé y envié algo pendiente —otro encargo gratis— y me alegré de haber dedicado semanas a una edición personal de la poesía hispanoamericana del siglo XX con la que quiero empezar a trabajar en mis clases. No estoy convencido y voy a ponerla a prueba en los próximos días, cuando terminemos con la obra de Juan Rulfo. Es la primera edición limitada en mi ámbito de la poesía de Idea Vilariño, de Julia de Burgos, de Ida Vitale, de Alejandra Pizarnik, de Cristina Peri Rossi, y de otros. Como no me encuentro con nadie en mi escalera, a ratos libres, escribo estas notas para contárselo a alguien. El sábado, ay. Por fin, tuve en mis manos el libro de Rozas —quedé frente a mi quiosco con su hijo José Luis, que me regaló un ejemplar. Me gustó mucho tenerlo ya. Y por la noche —portentoso—, la primera vez que acudía, después de treinta años, a una gala del Festival [Solidario] de Cine Español de Cáceres, y me abuchearon al entrar algunos de mis amigos contrarios como yo a la mina en el paraje de Valdeflores. Pasó. Bien. Lo mejor fue estar con mi hijo, encontrarme con un alumno –José S.— de hace años —muchos, ay—, y saludar a algunas personas muy apreciadas. Nada más y nada menos. Otro paseo dominguero y un mensaje de una persona que ha acabado de enterarse, después de seis años, de la muerte de un amigo, un profesor que le dio clase. He hablado esta mañana con mi hija y me ha dicho que si yo no pude departir con David Trueba —al que me invitaron a no acercarme— quizá fuese porque el escritor y cineasta habría pensado en lo mismo que yo cuando tuve que estar todo el tiempo con mi antiguo y sabio alumno que me dijo cosas muy agradables. Fue un placer. Así quedamos. Ya domingo, otro mensaje, de una actriz y directora, que me ha pedido hoy un certificado de cuando estuvo en Cáceres. Se lo he enviado. Y una tarde y noche de domingo estupenda leyendo y escribiendo. Música de Rossini.
jueves, marzo 02, 2023
Conversaciones y semblanzas de hispanistas
Por un colega siempre bien informado supe el mes pasado que ya había salido este libro, que aún no tengo, pero que conozco bien. También gracias al mismo colega leí hace una semana la reseña que publicó en su blog de lecturas Crisis de papel José Luis García Martín, que debe de haber sido el primero en escribir —y muy bien— sobre estas Conversaciones y semblanzas de hispanistas (Sevilla, Editorial Renacimiento, 2023), de Juan Manuel Rozas, en edición de su hijo José Luis Rozas Bravo. En enero de 2002 —conservo mis notas—, tuve ocasión de ver en casa de Tina Bravo, la viuda de Rozas, un libro de actas de la marca Miquelrius con el título general manuscrito de «Conversaciones y semblanzas de Hispanistas (Diario)», que llevaba la fecha de inicio de enero de 1970 y contenía apuntes jugosísimos sobre personalidades como E. Wilson, John E. Varey, Norman D. Shergold, Emilio Alarcos, José Mª de Cossío, Eugenio Asensio, José Manuel Blecua Teijeiro o Antonio Rodríguez-Moñino, entre otros; además de unos cuantos, solo rotulados, que no llegó a escribir («Mi encuentro con Jorge Guillén», «Paco Rico o la precocidad», «Guillermo Carnero»…). Me entusiasmé con aquello y pedí permiso a Tina para publicar uno de los textos, «Mi encuentro con Rodríguez Moñino», fechado el 18 de septiembre de 1970, al que añadió una nota José Luis Rozas y que sacamos en el número 5 de Laurel. Revista de Filología (Primer semestre de 2002, págs. 115-122). Luego vino la idea de editar íntegra una obra de tan extraordinario interés, que muestra una visión de primera mano del estado de la universidad española en las postrimerías del franquismo, y que reúne a tantas figuras protagonistas. Unos textos rescatados que se dan ahora —hay que tenerlo en cuenta— con contadas intervenciones del editor, como los dejó el autor, sin retocar, sin ultimar para su publicación, y que fueron con el tiempo —desde lo que comenzó como una suerte de «teoría de la época filológica actual hecha cotidiana semblanza y plática», dice Rozas— evolucionando hacia las costuras de un diario personal. Qué bien que este libro tan cercano se haya publicado. Y qué ganas de tenerlo aquí.
miércoles, marzo 01, 2023
El Chopo
Hoy estoy insuperable en mi capacidad de análisis; y he llegado a la conclusión de que la causa de que me fatigue tanto jugando al tenis es la edad. Descanso más, me esfuerzo lo justo y, eso sí, me ilusiono como siempre. Como con los pudores. Por eso no tengo empacho en demostrar documentalmente que tengo desde hace meses pegada en uno de mis cuadernos una fotografía de José Ángel Iribar, «El Chopo», que hoy ha cumplido ochenta años. Se republicó en El País el pasado septiembre y es del mítico fotógrafo Raúl Cancio. Por el pie, fue cuando yo tenía cinco años; y pocos después me regalaron en casa un traje de portero —con unos pantalones cortos acolchados que eran lo más— que yo siempre decía que era como el de Iribar. Igual que el de mi compadre Miguel era el de Gárate, cuando aquella tarde jugábamos en la calle y pasó Carmen Sevilla que estaba rodando en Zafra La cera virgen (1972), la película de José María Forqué, y nos saludó muy simpática. (Subimos entusiasmados a nuestras casas a contar a nuestras madres que nos había saludado la actriz y bajamos de nuevo al balón como si nada). Tengo anotado debajo de la foto de El Chopo un «Eskerrik asko» que me saldría así en ese momento en que me trasladé con ganas a los más agradables colores y olores de una infancia que ahora se me hace presente. «Zuri!», me dice Iribar desde el cuaderno. Cuando los blogs se leían y los lectores ponían comentarios, publiqué esta entrada en la que salía mi Athletic, y me he acordado de ella hoy, que juega mi equipo contra el Osasuna, como en aquel cercano —comparado con aquellos días de Zafra— 2009. No digo más. No vaya a ser.