Hoy salí inseguro de clase. Quedó todo tan claro que no convencí a nadie de los rasgos estrictos y reglamentarios del neoclasicismo que se propuso corregir la poesía y el teatro barrocos responsables de la corrupción de las letras en aquel tiempo. Y me fui a comprar. Libros, comida y ropa, en ese orden. Lo mejor para combatir la ansiedad que arrastro desde que los principios políticos en los que creía me dejaron por otros, como una mala amante. Uno de los libros tiene poemas bilingües —en catalán y en castellano— y tenía ganas de leerlo desde que salió —Pere Gimferrer, Tristissima noctis imago (Fundación José Manuel Lara, Col. Vandalia)— y el otro coincide en su colofón de noviembre de 2022 —Diciembres iniciales, de Mariano Peyrou (Pre-Textos)—; aunque me dice mi librero, del que me fio, que este último no se ha puesto a la venta hasta entrado este año. Fruta, papel de aluminio —treinta metros, nada más y nada menos—, pan para las tostadas y pescado. Salí del supermercado. Finalmente, allí mismo, en el mismo espacio tan grande y tan vario del centro comercial, compré un par de prendas que me probé, pagué, y que van a gustar mucho a todo mi vecindario. Imaginaciones mías.
Nunca dudé que eras un latin lover. Tú arropa esa intemperie invisible de algunos días destemplados con esas adquisiciones elegantes y sigue impresionando. Nada es verdad, salvo el aprecio seguro y la paz silenciosa del brasero. Abrazos cálidos.
ResponderEliminarCálidos abrazos, Carlos. Gracias.
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