La amistad con la que me beneficia Álvaro Valverde ha propiciado que el último día de enero recibiera de la editorial su nuevo libro, Sobre el azar del mapa (Tusquets Editores, 2023), antes de que se pusiese a la venta. Suele pasar en estos casos que la satisfacción grande del que abre un regalo así lo llena todo y, si no hay nada que lo impida, no para uno hasta hacer una primera lectura completa del presente recibido. Sabía desde hacía un tiempo que Sobre el azar del mapa reunía dos cuadernos de viajes realizados en marzo de 2018 —el de Sofía—, y en febrero de 2022 —el de Ginebra. El segundo cuaderno, si no me equivoco, se sumó al primero, ya hecho libro y con el título de Cuaderno de Sofía, como el autor anotó al enlazar la traducción de tres poemas suyos al búlgaro. La «Nota» final de este volumen da las explicaciones pertinentes sobre circunstancias, morfología, cronología e intención; sobre el azar y sobre el mapa. Es cierto que el poeta vuelve sobre sí mismo, y retoma un verso («Trazar itinerarios sobre el azar del mapa») del cuarto tramo —«Travesía»— de su primer libro, Territorio (Col. Alcazaba, Diputación Provincial de Badajoz, 1985), y que es importante en su poética la noción de lugar. Pero no es un poeta viajero, o de varia residencia que podría quedar reflejada en su obra, como ocurre en otros autores. Me vienen a la cabeza uno cercano a Valverde por edad y afinidades como Juan Carlos Marset, con libros principales marcados por sus estadías en Nueva York, en Londres o en Nápoles; la obra del más joven Luis María Marina, tan condicionada para bien por su carrera diplomática; y unos versos de Álvaro que dicen «acaso los viajes más largos que he emprendido / fueron los interiores», de su libro Desde fuera (Tusquets Editores, 2008). Sin embargo, sí han sido frecuentes en su poesía los poemas que han testimoniado la visita a una ciudad, como aquel memorable cierre de su libro A debida distancia (Ediciones Hiperión, 1993) con «El canto suspendido» sobre la ciudad de Nápoles. O sus Lugares del otoño (2005) en la revista Ultramar de Santander, y que luego pasaron a una sección de su citado Desde fuera, rico también en notas de viajes. La lectura de Sobre el azar del mapa me ha hecho pensar en cómo ha cristalizado en forma de libros una costumbre, una experiencia o la vida, para distinguir una estación nueva —asociada a la experiencia y la vida— en la poesía de un autor que marcó su Territorio como inicio y que, muchos años después, concibió un poemario entero sobre un espacio de memoria al que se viaja también físicamente, Más allá, Tánger (Tusquets Editores, 2014), y que ahora nos regala con este testimonio de su paso por sitios para seguir siendo firme contra el tiempo (pág. 159, último poema). Con exactitud suiza está cerrado el cuaderno de Bulgaria, con un poema epílogo que no puede estar mejor pensado en ese sitio tan redondo del cincuenta. Luego, el de Suiza, dividido en dos ciudades —Grandson y Ginebra— parece que nos lleva a lugares distintos con la voz familiar del poeta que nos acompaña desde hace tanto y aporta mucho al tono del primer cuaderno, manteniendo una variedad formal que gusta. Todo un acierto ha sido reunir ambos libros bajo el título de Sobre el azar del mapa. Fascinante.
Usted siempre acierta. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Anónimo.
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