Leí esta mañana con interés, pero sin sorpresa, la noticia en la primera página —nada más y nada menos— de El País de hoy de que un manuscrito inédito de José Echegaray (1832-1916), el primer español en lograr el Premio Nobel de Literatura (1904), lleva dos décadas a la venta sin que nadie se haya interesado en comprarlo. Sin sorpresa, es cierto, porque en la ciudad en la que vivo vi hace más de seis años el más interesante y copioso archivo de los papeles —obras teatrales manuscritas como Amor salvaje, La peste negra de Otranto, cartas con muchos literatos, como Joaquín Dicenta— y objetos —la medalla del Premio de la Academia Sueca— de un personaje histórico que parece, según lo publicado por el periódico más leído en España, que no interesa a nadie. Estoy convencido de que la propietaria del manuscrito de una obra como Don Fernando el emplazado, que se estrenó en Santander en 1904, y que ha subido el precio hasta 2.200 euros después del interés del periódico sobre su pieza, llegará, tras tantos años, a vender en pocos días lo que tiene. Que habrá vendido hace pocas horas lo que tiene. Lo que no comprendo es cómo el propietario —con el que he hablado esta tarde aquí en Cáceres— del más importante archivo existente de José Echegaray lleve años sin poder vender lo que compró. Cómo es posible que un archivo, catalogado y valorado por una persona competente que conozco —con la que también he hablado esta tarde de largo—, no suscite el interés que hoy, no sé por qué, lleva a Echegaray a la primera plana de El País y a toda página 29 en la edición en papel. Lo que yo tuve ocasión de conocer hace años, y que sigue estando aquí en Cáceres, no puede compararse con unas hojas manuscritas de un autor poco valorado como literato que hoy han sido portada —nada más y nada menos— de El País. Es curioso. Continuará.
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