También ando estos días con el repaso de apuntes y notas para mis clases en el segundo cuatrimestre que empieza mañana, último día de enero. Tomo el título de esta entrada del libro de Martha Nussbaum, Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (Katz Editores, 2010), traducido por María Victoria Rodil, del que supe por La utilidad de lo inútil. Manifiesto, de Nuccio Ordine (Acantilado, 2013). Se me ha ocurrido que ambos títulos serían un buen modo de presentarse en una clase de una Facultad de Letras siempre que el profesor relativice un poco los tonos apocalípticos de ilustres que piensan sobre la educación de hoy. Ya hablaré de ellos; pero a partir de mañana, como siempre, llevaré otros ejemplos que la actualidad me trae a la mesa todos los días. La literatura es una manifestación artística sublime, una representación de nuestro mundo que nos incluye a todos, con nuestras preocupaciones y nuestras certezas. Por eso, siempre que puedo llevo a clase un reflejo del programa de la asignatura en los medios de costumbre. No tiene mucha ciencia —pero me gusta— mostrar en clase el titular de El País del 9 de enero de 1986, que daba noticia de la muerte de Juan Rulfo con «Juan Rulfo pasa a la literatura con 250 páginas», que me viene muy bien para explicar el «proceso de mitificación» del escritor del que ha hablado quien mejor lo ha editado, el profesor José Carlos González Boixo. Esto pasa en mi asignatura de Textos de la Literatura Hispanoamericana. Pero en Textos de la Literatura Española del Siglo XVIII, con la que inauguro mañana el cuatrimestre, he puesto en los últimos años para empezar un artículo de mi admirado Juan Goytisolo —aquel día mal informado y peor lector— sobre la literatura española de ese tiempo, para intentar rebatir con argumentos basados en las formas y las ideas tanta desafección. En fin, en pocas horas, y durante la placentera costumbre de leer el periódico, encontré en estos días dos textos para llevar a clase que mencionaban la literatura al referirse a un hecho lamentable de palpitante actualidad. La noticia de que el futbolista Dani Alves había sido detenido por la violación de una mujer en una discoteca, y luego que su víctima había renunciado a ningún tipo de indemnización por tal delito, generó y genera un ruido informativo casi inabarcable. Selecciono tan solo la columna («Anatomía de Twitter») de Nuria Labari («Violada pero no indemnizada»), que terminaba aludiendo a la historia de una de las obras que vamos a leer este año, Lucrecia (1763), la tragedia de Nicolás Fernández de Moratín. Escribe Nuria Labari: «Hace 2.500 años, la noble Lucrecia decidió suicidarse después de ser violada en la antigua Roma. Le pareció que solo así conservaría su honor. En 2023, el honor de una mujer violada no se paga con la vida, pero sigue teniendo un precio». Y también la columna de Leila Guerriero —que ya sola daría para una clase de literatura hispanoamericana— «Víctimas puras», que tomaba la misma noticia como fundamento para decir que «Nadie debería sentirse obligado a demostrar pureza moral para tener derecho a tener derecho»; y que aludía al poema «Tú me quieres blanca» de Alfonsina Storni (1892-1938), la escritora argentina cuya biobibliografía bastaría para armar la otra asignatura que estoy preparando sin fines de lucro.
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