domingo, enero 29, 2023

Winterreise

Puede ocurrir que una mañana de sábado en la que uno tiene en la cabeza el modo rutinario y solitario del paseo y de lo doméstico —limpieza y compra—, después de un viernes lleno de mucha literatura y amistad desde la mañana hasta la noche, irrumpa felizmente una novedad que todo lo cambia. La lástima es que todo se de a la vez, y que personas distintas en el mismo día te inviten a cenar y te regalen dos entradas para un concierto. Dádivas de vida. Ayer fue la primera vez que he escuchado en directo un ciclo de lieder de Schubert. En el recital Winterreise (Viaje de invierno), compuesto por veinticuatro piezas que construyen un argumento del desamor de siempre y de la melancolía romántica. Los poemas (lied) son de Wilhem Müller (1794-1827), que no sería tan conocido si Schubert (1792-1828) no hubiese musicado sus textos. Son paseos solitarios, en lugar de en primavera, como el del poeta español Nicasio Álvarez de Cienfuegos —y que luego digan que los rasgos del romanticismo español no están ya en el siglo XVIII—, en invierno —«el tiempo de la meditación», según la oda de Meléndez Valdés—, y tras un amor no correspondido. Ayer fue el concierto central del festival «AtriuMMusicae ‘23» organizado por la Fundación Atrio Cáceres, y que ha añadido a esta ciudad otro interesante atractivo cultural. No se han andado con chiquitas y han recurrido a uno de los mejores gestores y directores artísticos de festivales de música en España, Antonio Moral. Se ha notado su experiencia en la concepción de una serie de conciertos en lugares especialmente significativos de Cáceres —más el Museo Vostell de Malpartida de Cáceres—, selectos y a la vez abiertos a todo el público interesado, con entradas —el de ayer— desde los cinco hasta los treinta euros. Y se ha notado en el programa. El de ayer fue brillante. El Gran Teatro casi lleno. Exquisita interpretación del alemán Alexander Fleischer al piano y del barítono suizo Manuel Walser, magistralmente armonizados cuando la pieza lo exigía y también perfectos en la alternancia de piano y voz. Gusta celebrar estos actos en esta ciudad en la que antes nos lamentábamos por la programación de lo poco que había casi al mismo tiempo y sin coordinación —como quienes me invitan—, y en la que ahora, con lo mucho que puede programarse nos resignamos a no conciliar, y tenemos que elegir. Aun así, nos vemos muchos en los mismos sitios, como es natural. Bien está.

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