Algo tiene que ver con mi anterior entrega de esta serie cacereña lo que quiero escribir sobre un día cualquiera de agosto en «La Ciudad Feliz», que diría José Ramón Alonso de la Torre, así, con mayúsculas iniciales. Lo mío quedará en crónica de unas horas en una ciudad tan habitable como Cáceres, en la que uno se echa a la calle y todo es encontrar a personas de importancia con las que toda conversación es sustanciosa. Pepe, mi quiosquero, puede saludarte celebrando la temperatura ambiente y hacerte un análisis más cabal de la situación actual de crisis mundial que ningún tertuliano opinante por mucha facundia pagada que gaste. El escritor e ilustrador Javier Alcaíns me saca a tomar café a la hora a la que salen los funcionarios a desayunar a uno de los sitios céntricos más frecuentados, en donde suelo encontrar a gente conocida, como los periodistas Mari Cruz Vázquez —ya con dos novelas como escritora— y César Serrano. Gente importante. Como el músico y cantante Juanjo Cortés, a quien llamé para darle un dato sobre una de las novelas de las que estoy escribiendo y que toman a Cáceres como escenario de ficción. La chica del pelo cobrizo, de Antonio G[utiérrez]. Mogollón, a quien no logro localizar para volver a conversar con él sobre sus escritos, es un relato muy cacereño por su geografía urbana. Pero es, sobre todo, un caso extraordinario de sociología literaria que merece una crónica que no haré hasta que Antonio G. Mogollón me autorice. De ahí mi afán por localizar a este escritor —que parece que ya no es socio de la Asociación de Escritores Extremeños (AEEX)—, que fue Premio Cáceres de Novela Corta con El presta (Cáceres, Diputación Provincial, 1997), que publicó un interesante relato («Cuando era moda llevar los mocos por fuera») en la revista Alcántara en 1998, y que vio cómo la publicación por entregas en El Periódico Extremadura de La chica del pelo cobrizo, que arrancó en octubre de 1998, fue interrumpida tras el séptimo capítulo por supuestas presiones de algunos suscriptores escandalizados por una narración que, progresivamente, iba subiendo en alusiones muy explícitas al sexo en un contexto de sordidez y alcohol. Así lanzó el periódico la sección: «La chica del pelo cobrizo es una novela corta, que a partir de este sábado se publica en entregas semanales, durante once capítulos. Ambientada en Cáceres cuenta la historia sórdida de un hombre vacío, sin esperanzas». La intención del autor era enmarcar su relato en un contexto verificable, muy cercano a un lector cacereño —que era el mayoritario de El Periódico Extremadura—, y no solo se mencionaba parte del callejero real de Cáceres, sino que uno de los locales en los que pasa buena parte de las noches Cosme Expósito —que es el nombre del protagonista— existió por aquellos años en la calle Pizarro: el «Beri-Beri Blues». Y llamé a Juanjo Cortés, porque en la novela aparece Moisés (Moi) Martín, gerente de aquel local y bajista del grupo cacereño Poker de Blues, al que también pertenecía Juanjo. Una curiosidad. Unas risas. Otros tiempos. Tengo el mecanoscrito de la novela que no pudieron leer completa los lectores de El Periódico Extremadura porque Antonio G. Mogollón nos lo envió a la AEEX solicitando amparo por la tropelía. Hace veinticuatro años. Razón de más para evocar aquello con el escritor.
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