Badajoz, 13. 32 grados a las once de la mañana. Palacio de Congresos «Manuel Rojas». Llegué con tiempo y confundí la cola de la vacuna con la muy hipotética del acto al que acudía, reducido a unos cuantos invitados y a los medios de prensa. Fue la inauguración del Memorial Badajoz, 1936, un homenaje a las víctimas de la matanza perpetrada en la antigua plaza de toros de la capital pacense en agosto de aquel año en el mismo lugar en el que ahora se halla el Palacio de Congresos. Cuando fue inaugurado el Palacio de Congresos «Manuel Rojas» hace quince años, en 2006, debió de celebrarse un gesto como el de la mañana de ayer, y no haberlo demorarlo hasta ahora. Seguimos llegando tarde a la restitución de la memoria histórica en comparación con otros países; y recibimos acontecimientos como el de ayer con la satisfacción siempre vigente de un reconocimiento. Permanecerá en la entrada de un centro social y cultural como el Palacio de Congresos de Badajoz un recuerdo de aquello, a partir de las recreaciones artísticas y de la investigación histórica de nombres como Francisco Espinosa —en su libro La columna de la muerte están referenciadas todas las víctimas que se muestran en un panel—, Mario Neves —por su histórica crónica de aquellos días—, Antonio Gómez —y sus Disparos de luz, inspirados en el hecho—, que motivó también la pieza musical de José Ignacio de la Peña estrenada en 2018, Justo Vila —por su novela Lunas de agosto (Badajoz, Del Oeste Ediciones, 2006)—, Antonio Gamoneda y sus versos sobre la pintura de Juan Barjola (Mortal, 1936, de 1994) o Blanca Muñoz y la réplica de su escultura que recibe a todos los que se acercan a ese espacio de memoria. «Soy el primer periodista portugués que entra en Badajoz, tras la caída de la ciudad en poder de los rebeldes. Acabo de presenciar tal espectáculo de desolación y de pavor que tardará en borrarse de mis ojos», escribió Mario Neves el 15 de agosto de 1936, en su libro La matanza de Badajoz (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1986 y 2007). «Hoy, 14 de agosto de 2021, ochenta y cinco años después de la entrada de los sublevados en Badajoz, es una satisfacción —aunque sea tardía— ver en la prensa regional la noticia de que no olvidamos», escribe en su muro de Facebook mi hermano José María, una de las personas que más ha hecho para que lo de ayer sea un gesto real y perdurable.
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