El pasado martes 14 de este mes de julio tan extraño tuve la satisfacción de volver a estar con Luciano Feria (Zafra, 1957) y muchos amigos y paisanos en la presentación por videoconferencia de Sentido y melancolía (Santiago de Chile, Valparaíso, Barcelona, RIL editores, 2020), que reúne sus tres libros de poemas (El instante en la orilla, Fábula del terco y De la otra ribera), que él, en más de treinta años, ha concebido como el primer ciclo de su trayectoria literaria, continuada en otro, de corte narrativo (La ciudad y la siembra), inaugurado con la publicación de su novela —extraordinaria— El lugar de la cita (RIL editores, 2019), y que se proyecta en dos entregas más, Colonizaron nuestras almas y Capítulos de espera. Qué bien pensado todo cuando alguien sabe pensar y trasmitir en escritura su pensamiento. Así viene siendo Luciano Feria desde siempre, y algún día, cuando cualquiera, con más criterio y con más voz que yo, se tope con su obra, se preguntará por qué no fue más difundida la de este autor que ha releído en este volumen toda su obra poética. Por eso, el pórtico justificativo de esta edición lo titula Luciano «Relectura», y es toda una declaración de lo que ha sido su intención a lo largo de tantos años de afán por «incorporar a la vida cotidiana la paz y la plenitud de la revelación estética» (pág. 13). Es un texto clarividente, como su poesía toda, que se acoge a la mejor tradición poética española, desde San Juan de la Cruz a José Ángel Valente, y a las teorías de autores que tanto ha evocado, como el maestro del psicoanálisis C. G. Jung. Si su escritura es la clarividencia y la penetración, su actitud ante ella es diáfana como su personalidad, como su manera de estar en el mundo, cuya conquista no concibe separada de la palabra poética. Otros, sin embargo, quieren llegar a la cumbre de una vida que acaba en la nada con la acumulación de todo lo posible en bienes materiales. Por eso, a mí me parecen la escritura y la actitud vital de Luciano Feria lecciones reconfortantes. Quise decirlo el otro día: que aunque parezca que flaco favor le hacemos los paisanos y amigos con ensalzar su literatura —pues hay gente que desconfía de una buena crítica unida al afecto—, ya llegará alguien forastero y ajeno para decir lo mismo. La relectura propuesta por Luciano Feria en su Sentido y melancolía tiene, además, el aliciente de que el autor ha revisado en profundidad su primer libro, El instante en la orilla. La colación entre lo que ahora se publica y lo que se editó en la colección «Alcazaba» de poesía del Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial de Badajoz en 1989, permite a esta «persona curiosa» (pág. 12) comprobar cómo el verso de antaño se acomoda a la disposición versicular de los libros posteriores, como otra manera de confirmar la unidad de tono y pensamiento que es toda la obra poética de Luciano. El lector común no se parará en esto; simplemente, disfrutará. Pero es que hay lugares de este libro que están llenos de relectura y de reescritura, como cuando Luciano añade el complemento «de la melancolía» a «la memoria» en un poema lleno de variantes ahora que a mí se me antojan justificadas por una voluntad de explicar y explicarse, después de tantos años. Filólogo como uno, y formado casi en las mismas aulas y con los mismos maestros, Luciano Feria sabe que es un lujo tener a un escritor tan cerca —basta con hacerse con su libro— que tiene tan limpia conciencia de obra constante y abierta, en el mejor de los sentidos de otro de sus grandes referentes: Juan Ramón Jiménez. «Ahora mi palabra está encarnando ciertamente su ofrecida verdad: escribo / como aventura, / tengo que creer en la providencia, / soy espera, / soy ignorancia, / soy sobre todo sorpresa: sorpresa / de estar diciendo esto, / de haber llegado a esto, / y no saber —grieta vieja y desierta— si he logrado con la palabra / verdaderamente / estar en disposición.» Escribe Luciano Feria. Un placer.
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