Me recomendó Gonzalo Hidalgo Bayal en la última edición de Centrifugados en Plasencia la lectura de Cien centavos (Baile del Sol, 2015), de César Martín Ortiz (1958-2010), y se lo agradezco, porque es un autor que escribía muy bien, y se disfruta mucho leyéndolo, y porque vuelvo a plantearme por qué Baile del Sol, la editorial canaria, tiene tan buen ojo para difundir textos que son tan deslumbrantes. Hace cuatro años publicaron la colección de cuentos En la frontera del color, de Charles Waddell Chesnut (1858-1932), «uno de los padres de la narrativa de tradición negra y uno de los pilares del realismo americano», en palabras de Victoria Pineda, traductora de esta obra y autora del ensayo —que sí está en la foto— Écfrasis, exemplum, enárgeia. Luis Cernuda y la poesía de la evidencia (Madrid, Calambur Editorial, 2018), que recoge una serie de trabajos sobre cómo Cernuda llevó a su poesía la descripción de una imagen artística proveniente de un cuadro —por ejemplo, en «Ninfa y pastor, por Tiziano», un poema que insistentemente he explicado en mis clases cuando teníamos que leer Desolación de la Quimera—, y que es una estupenda introducción al concepto teórico de la écfrasis como exemplum. Recibí también dedicado este año La vida amputada, de Birilo, una primera novela de la que todo lo que tenía que decir se lo dije a su autor, que dará que hablar; y también, en su día, una antología, esa de las cubiertas bermejas y La sien en el puño del colombiano José Manuel Arango (1937-2002). Lo de Ramírez Lozano no tiene nombre. Me envía sus muchos libros y no acabo de reseñarlos como es debido. Este A cara de perro (Madrid, Reino de Cordelia, 2017), que lleva en mi escritorio mucho tiempo, fue Premio de Poesía Eladio Cabañero, y me devuelve al más auténtico nombre que tiene José Antonio Ramírez Lozano.
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