«Al despertar, escuchó un ruido familiar, aunque muy lejano, el menudo rasgarrasga que enseguida identificó como el esforzado comecome de uno de su especie, y, efectivamente, en el rincón en el que aquella mañana había despertado vio a su hermana. Solo tuvo que incorporarse para que ella se escondiese inmediatamente hasta desaparecer por el pequeño agujero por el que tantas veces antes había entrado y salido de la habitación. Intentó llamarla con una vehemencia ridícula que duró segundos y, convencido de la inutilidad de su esfuerzo, permaneció tumbado a la boca de la rendija, preso de amargura. En los días siguientes esperaba al acecho la llegada de alguno de sus semejantes, en una actitud impropia en un insecto como él, emulando a esos niños que en más de una ocasión le habían sorprendido cuando merodeaban por las inmediaciones de los pequeños agujeros que le servían de cobijo. Más de un compañero había desaparecido entre las manos de alguno de aquellos niños que fuera de la casa se divertían con las criaturas que cazaban o simplemente había perecido aplastado por un zapatazo que retumbaba en las entrañas de la casa. Largos y lastimosos ratos acoplando la oreja a la salida en un intento estéril por percibir algo, lo que ponía ahora de manifiesto la pérdida de sus antenas, valoradas sobremanera al carecer de ellas. Como si la nueva capacidad de mantener erguido su cuerpo sobre las extremidades inferiores se viese acompañada de un nuevo estado mental, había empezado a notar cierta familiaridad sobre conceptos y cosas antes desconocidos. Sabía que en el Día de Todos los Santos no se trabajaba y que la familia salía al campo; sentía una especial cercanía cuando contemplaba desde aquella altura nueva los libros de cuentas que reposaban sobre el escritorio, al lado de un muestrario de paños desempaquetados; reconocía ruidos antes no identificados: la campana de la iglesia de Santa Lucía, el restregar moroso de las ruedas de un carro, el de Serafín Puerto... Había sabido que la casa estaba sola porque llevaba algún tiempo sin escuchar el abrir y cerrar de puertas constante cuando estaba habitada; pero ahora conocía casi a la perfección la causa del silencio. Extraño confrontó la sorpresa y el desagrado de contemplarse por vez primera en el espejo con la familiaridad como diaria de observar su imagen parcelada. A veces intentaba incorporarse para acostumbrar su cuerpo a su nuevo estado y con el tiempo consiguió encontrarse cada vez más cómodo paseando por la habitación, hasta el punto de que cuando permanecía mucho tiempo agachado, en cuclillas o de rodillas al lado de la pared le dolían las articulaciones, abandonaba esa posición y llegaba en algún momento a sentarse en el sillón al lado de la ventana. Así estaba cuando contempló la llegada de gente a la casa y se tiró al suelo con miedo a ser visto. Escuchó en la puerta pasos que se acercaban. Temió en principio la irrupción de alguien, pero inmediatamente se sintió esperanzado. Del mismo modo que sus congéneres al contemplarle reaccionaron llamativamente y huyeron despavoridos, como tantas otras veces le había ocurrido a él, ahora todo sería distinto y sólo la sorpresa de no conocer su identidad, pero no en cambio extrañar su aspecto, provocarían una reacción imprevisible en el visitante. Decidido, se acercó un poco a la puerta para recibirle, ésta se abrió, y contempló cómo se le venía encima la enorme suela de una bota.»
sábado, octubre 31, 2015
viernes, octubre 30, 2015
La metamorfosis (II)
«Se acercó a lo que antes era una poblada y cálida y textil superficie de esbeltas filásticas y que ahora se asemejaba a una delgada lámina de tejido lanoso, se extendió a lo largo y cerró los ojos. Los mantuvo cerrados durante un corto período de tiempo, le era muy difícil abandonar el pensamiento extraño de su extraña sensación y no parecía convencido de la posibilidad del sueño o la alucinación. Abrió los ojos y se contempló en su nuevo estado, que persistía, desagradablemente humano. La brillante y cetónida negrura de su cuerpo se había transformado en una blanda amarillez que en algunas zonas enrojecía o cobraba tonalidades más vivas fruto de la presión ejercida bien en el suelo o bien sobre la propia superficie carnosa con una de sus manos, nuevas. Sentía enormemente disminuida su capacidad olfativa y, por el contrario, la claridad de su visión había aumentado considerablemente, así como su campo vertical. No sentía al palpar los objetos más que una sensación de contacto, con una casi nula sensibilidad a lo palpado. Así pasó largos ratos, en los que comprobaba las posibilidades que ofrecía su nueva apariencia. Sobreponiéndose al vértigo y la extrañeza, intentó en varias ocasiones levantarse sin conseguirlo, hasta, por fin, apoyar una de sus manos en el suelo, flexionar la pierna y elevar su articulación rocosa y redonda para tocar la alfombra; y, con miedo a que se fracturase, pudo elevarse hasta la altura del escritorio. La inseguridad le hizo resbalar y en la caída arrastró un paquetillo de tarjetas blancas que estaba sobre la mesa. Gregor Samsa. Viajante de comercio».
jueves, octubre 29, 2015
La metamorfosis (I)
En octubre de 1915 la revista Die Weißen Blätter publicó este relato y en diciembre salió como libro. Se cumplen, pues, cien años desde la aparición de La metamorfosis de Frank Kafka. En su conmemoración, rescato este texto que se incluyó en 1995 en un volumen titulado Intramuros que coordinó Juan Carlos Rubio Masa para celebrar los veinticinco años del Instituto Suárez de Figueroa de Zafra (págs. 299-301). He hecho levísimos retoques de estilo que no alteran para nada el contenido del cuento, que, a pesar de todo, sigue sin convencerme. Va en tres entregas, tres, en homenaje a una lectura. Es un recuerdo.
«Cuando se despertó aquella mañana después de un sueño intranquilo en el rincón de la habitación en donde la noche anterior había estado gastando mastiafanoso unas caquitas secas se encontró convertido en un monstruoso humano. Estaba tumbado en una postura extraña; sus seis patas espinosas habían desaparecido y se palpó con una de las dos largas extremidades que le nacían ahora por encima de su tronco otras dos aún más largas y gruesas rematadas cada una de ellas en cinco diminutos dedos. Sus mandíbulas cervunas, palpos y antenas habían desaparecido; buscaba las garras de sus tarsos y, tocándose la espalda, sus élitros inexistentes. —¿Qué me ha ocurrido?—, pensó. No era un sueño. La habitación se le ofrecía a los ojos mucho más pequeña que la noche anterior, y los muebles habían disminuido asombrosamente de tamaño. Al moverse, comprobó que podía flexionar su cuerpo con una facilidad extraordinaria y se incorporó elevando su tronco que reposaba ahora sobre el nacimiento de las extremidades inferiores, muelle y carnoso, desprovisto de pelos. Estuvo un rato observando detenidamente desde aquel rincón en el que la noche anterior quedó dormido todos los objetos de aquella estancia, tan familiar siempre por sus diarias incursiones en pos de restos minúsculos, migajas, hojillas o cualquier otro alimento. Sintió una sensación de asfixia, sin duda por el exagerado descenso que había experimentado el techo desde la altura de sus ojos, muy juntos, limitados en su visión lateral. Por el contrario, la superficie de la habitación, incorporado como estaba, se le ofrecía desmesuradamente alejada de su vista. Para atenuar aquella desagradable sensación volvió a tumbarse e intentó moverse reptando por el suelo, mucho más frío de lo acostumbrado, y empezó a aprender a valorar la utilidad de sus nuevas extremidades. El techo volvió a elevarse y se sintió mejor. —¿Qué pasaría —pensó— si durmiese un poco más y olvidase todas las chifladuras?»
miércoles, octubre 28, 2015
Fermín Solís en el Aula literaria José María Valverde
Mañana jueves 29 de octubre, a las 19:15 horas, en el salón de actos del Palacio de la Isla de Cáceres (Plaza de la Concepción, 2), el dibujante y autor de historias gráficas Fermín Solís (Cáceres, 1972), intervendrá en el Aula literaria «José María Valverde» de la Asociación de Escritores de Extremadura, un aula que en este curso cumplirá veinte años desde la primera lectura —la de Bernardo Atxaga— que programó. Por la mañana, a las 12:15, Fermín Solís tendrá el consabido encuentro con los estudiantes de Secundaria y Bachillerato de varios centros cacereños en el IES «Norba Caesarina».
lunes, octubre 26, 2015
Luis Chaves en Letras
De camino al «Aula literaria Jesús Delgado Valhondo» de Mérida, en la que participará mañana martes 27 de octubre (Parador Nacional Vía de la Plata, 20:00 horas), el escritor Luis Chaves (San José de Costa Rica, 1969) va a tener la gentileza de prestarse a un encuentro con los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres. Es autor de los libros de poemas El anónimo (1996), Los animales que imaginamos (1998), Historias Polaroid (2001), Cumbia (2003), Monumentos ecuestres (2011), entre otros. En 2010 publicó 300 páginas como recolección de sus prosas. En España ha publicado Chan Marshall (Visor, 2005), la antología poética La máquina de hacer niebla (La Isla de Siltolá, 2012) y Asfalto. Un road poem en Ediciones Liliputienses (2012; reimpresión, 2015), la editorial extremeña dirigida por José Mª Cumbreño. Traductor y editor de revistas, Luis Chaves fue beneficiado con una beca "Writers in distress" de la alemana Akademie Schloss Solitude de Stuttgart y la traducción de su obra al italiano por Raffaella Raganella fue reconocida en Italia con el premio internacional de la Fondazione Cassa di Risparmio de Ascoli Piceno. Salvapantallas (Seix Barral Argentina, 2015) es, creo, su último libro. Leerá sus textos en el aula 27, en Letras, pasadas las once de la mañana.
domingo, octubre 25, 2015
Mujeres y criados
Me ha parecido deliciosa esta comedia urbana de Lope de Vega que fue un éxito de ventas en la Feria del Libro de Madrid del año pasado. La descubrió Alejandro García-Reidy en la Biblioteca Nacional (BNE) con justo eco en la prensa de todo el país. Alejandro García-Reidy es Assistant Professor de la Universidad de Siracusa (EE UU), participante en el proyecto Manos teatrales, dirigido por Margaret R. Greer (Universidad de Duke. EE UU), una base de datos de manuscritos teatrales, y en el grupo de investigación dirigido por Alberto Blecua PROLOPE, de la Universidad Autónoma de Barcelona. Precisamente, Alberto Blecua es quien escribe el preliminar —«Nueva fama póstuma de Lope»— de esta edición de la comedia publicada por Editorial Gredos en su colección de Clásicos Universales (Madrid, 2014). El manuscrito puede verse digitalizado en la Biblioteca Digital Hispánica de la BNE y fue tanta la repercusión de su hallazgo que bien pronto contamos con lecturas dramatizadas y con el montaje del texto de Lope por la Fundación Siglo de Oro, el Teatro Español y la empresa teatral Pentación Espectáculos. Yo casi solo sé de la comedia por haberla leído, por la edición citada, en la que me agrada ver en la primera nota del prólogo de Alberto Blecua que se reconoce la extraordinaria labor de eruditos como Cerdá y Rico para la difusión de las obras de Lope en el siglo XVIII. «Buen siglo era ese ilustrado», dice el sabio maestro Blecua para regocijo de quienes nos consideramos dieciochistas. El prólogo-estudio queda al cargo de Alejandro García-Reidy, que ofrece una solvente introducción cuyos epígrafes representan bien el contenido y los valores de esta comedia: «El triunfo del amor lúdico», «Mujeres, galanes y pretendientes rechazados», «El dominio femenino del enredo», «Los criados y el humor», «El espacio urbano y la relevancia del ámbito doméstico», «Un sutil eco literario» —que no es otro que el Decamerón de Boccaccio—, «La vida escénica de Mujeres y criados»..., a los que se suman apartados sobre los problemas textuales del manuscrito, el resumen del argumento y el esquema métrico de la obra. Quien no quiera leer lo que para algunos es una molesta información y una presuntuosa acumulación de datos, puede ir directamente al texto —eso sí, sin bajar la vista hasta las notas aclaratorias al pie— y se encontrará con una comedia deliciosa en la que las mujeres mandan y conducen toda la acción, y en la que los criados se defienden en su propia dignidad: «porque aquí no pasa el oro, / que somos gente de bien» (acto II, vv. 1213-1214). Fresca y entretenida, la comedia tiene muy bien puesto el título en sus dos actantes principales. Mujeres y criados.
viernes, octubre 23, 2015
jueves, octubre 22, 2015
El Museo de la Academia de San Fernando de Madrid
Fco. de Goya. Autorretrato en el taller. Academia de San Fernando de Madrid
Conservo copia de una carta de recomendación de Jesús Aguirre —firmada «Alba»— de 30 de septiembre de 1987, dirigida a José Antonio Domínguez Salazar, Académico Bibliotecario en su día de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (RABSAF), para que se me facilitase el acceso a la Biblioteca y al Archivo de la institución. De aquel tiempo son mis carnés para la consulta de ambos fondos, que me remitió la bibliotecaria María Teresa Munárriz al final de aquel año, y que debió ser también el de mi conocimiento del extraordinario Museo de la Real Academia. Habíamos estado en alguna exposición; pero C. no conocía la permanente. Así que el sábado dedicamos casi dos horas y media a visitar sus tres plantas y sus más de cincuenta salas. Qué puedo decir que no se sepa: los cuadros de frailes mercedarios de Zurbarán, el único Arcimboldo que se conserva en España, un Susana y los viejos de Rubens, la Venus de Van Loo, el retrato de Manuel Godoy de Madrazo, los Goya —incluyendo la sala de la calcografía española, en cuya antesala estaba la exposición de Tadeusz Peiper (1891-1969) y la vanguardia europea—, el arte contemporáneo, de Juan Gris, Picasso, o Ràfols-Casamada. En esta tercera planta dedicada a lo contemporáneo que te recibe con un busto de la reina Letizia en su último telediario, obra de Julio López Hernández, un señor hablaba con uno de los vigilantes y le decía que, viviendo en Madrid, no sabía cómo había podido estar tantos años sin saber que tenía tan a la mano un museo así. Es verdad. Tanto como que a nosotros aquel busto no nos gustó nada —y lo tenemos hablado en todos nuestros círculos. En definitiva, esa parte de la mañana del sábado fue todo un paseo por la historia del arte y una experiencia en museos poco común por la circunstancia de haber conocido a vigilantes de salas hablantes y no mudos. Estamos acostumbrados a los vigilantes de museos serios y atentos que parecen no querer perturbarnos; pero el otro día, gratamente, conocimos a varias vigilantes que nos sirvieron de guía. Lo cierto es que desde la taquilla —la encargada, muy amable, se sorprendió de que también hubiese Amigos del Museo Romántico cuando le mostré mi tarjeta de AMM— hasta la última sala todo fue así. Nos recibió una señora que nos dio trípticos informativos y una tarjeta con las direcciones de redes sociales y los códigos QR de dos aplicaciones que te ofrecen una audio-guía en tu móvil para visitar el museo. Y en la sala de vaciados —que se nutre de una gipsoteca de las más importantes de Europa—, amabilísima, una vigilante nos mostró, foco en mano, cómo se apreciaban los relieves del vaciado de la Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia. Así que la colección de arte de la RABASF no solo es un regalo por lo que muestra en el centro de Madrid, sino por la manera que tienen de mostrarla quienes trabajan en ella de martes a domingo y festivos de 10:00 a 15:00 horas. Con una colección así resulta algo sonrojante pedir a quienes van a Madrid a ver el Prado, el Thyssen o el Reina Sofía que también visiten el Museo de la Academia de San Fernando. Seguro que lo habrán hecho. O seguro que lo harán.
lunes, octubre 19, 2015
El Alcalde de Zalamea
El sábado vimos en el reformado Teatro de la Comedia de Madrid El Alcalde de Zalamea de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) dirigido por Helena Pimenta. Reabre tras catorce años por obras de rehabilitación y me trae a la memoria el último montaje que vi allí, en la calle del Príncipe. Fue La vida es sueño dirigida por Calixto Bieito para la CNTC con Joaquín Notario como Segismundo y Nuria Gallardo como Rosaura. Temporada 2000-2001. Notario y Gallardo son, precisamente, dos de los actores principales de este nuevo Alcalde de Zalamea —el último de la CNTC fue el dirigido en 2010 por Eduardo Vasco con Joaquín Notario (nuevamente) como Pedro Crespo—, en los papeles de Don Lope de Figueroa y de Isabel, la hija del alcalde, encarnado por un excelso y admirable Carmelo Gómez. Cómo juega el tiempo sus cartas con nosotros y cómo el teatro quiere también jugar con él rejuveneciendo al labrador, viejo Pedro Crespo, al «anciano padre mío», al abrigo de cuyas «canas» su hija prometió sus años (jornada III, escenas i y ii). El alcalde Carmelo Gómez tiene el vigor necesario en el cuerpo y en la voz para reforzar la razón de su argumento sobre el honor como patrimonio del alma. Así lo ha querido Helena Pimenta, para afirmar —quiero yo— ese grito de justicia del drama de Calderón que denuncia el abuso del poderoso. Dos bancadas enfrentadas y un muro que es al principio de la obra el escenario de lo cotidiano —el juego de pelota— y que luego será el espacio sobre el que los personajes dejen un nombre, un signo de violencia, la huella de un tumulto..., los signos de su paso perturbador por la quietud de la villa extremeña de Zalamea, son los fundamentos escenográficos de una propuesta muy atractiva que envuelve el texto —muy bien dicho— de Calderón. Alguien podrá decir que los versos del poeta no necesitan envoltorios; pero si son como la música y los números cantados por Rita Barber —¡qué voz!— y las adaptaciones razonables de Álvaro Tato en su versión, entonces, el resultado es sobresaliente. Tanto como para hacer de esta vuelta al Teatro de la Comedia de la calle del Príncipe una fecha memorable. La sala estaba llena. Un vivo y prolongado aplauso al final. Casi unánime. Y es que desde la última fila de las impares se escuchó vociferar cuando acabaron las palmas: «—¡¡No me he enterado de nada!! ¡Lo único que han hecho es gritar!» El señor, mayor, con canas afianzadas, protestaba; mientras a su lado su mujer le tiraba de la manga como diciéndole: «—Cállate, cariño, calla».
lunes, octubre 12, 2015
Burdeos, 12 de octubre
La situación es la misma que ir al colegio en Sevilla el día de San Jorge en Cáceres o el de Sant Jordi en Barcelona. Al fin y al cabo, trabajas cuando otros están de fiesta. Lo mismo ocurre con la Fiesta Nacional —Nacional—, si la pasas en Burdeos para dar un par de clases en la Université Bordeaux Montaigne —que es el nuevo nombre de la antigua Bordeaux III— en un proyecto pedagógico para estudiantes de tercero y de máster. Invitado por mi paisana extremeña —de Garrovillas de Alconétar— Nuria Rodríguez Lázaro, catedrática de Literatura Española en esa universidad francesa de Aquitania, he participado en su proyecto de enseñanza de la poesía española contemporánea con una aproximación a la poesía de autores españoles en el lejano oeste de España —Extremadura— y un comentario sobre la poética de Jaime Gil de Biedma. Lo dicho, un par de clases que podrían pasar —que pasarán— como unas conferencias —cuando no una estancia— en una universidad extranjera. Mon Dieu! Non! Esto no es ningún mérito. Esto es la satisfacción de acudir —con un poco más de molestia que si fuese al edificio de enfrente— a un centro educativo distinto, con estudiantes no tan distintos —llevamos dando clases muchos años a los que vienen del programa Erasmus— sin cambiar de idioma y de metodología. Anoche, en la casa en la que vivió Goya, que es hoy la sede del Instituto Cervantes de Burdeos —57, Cours de l'Intendence— habían puesto el cartelito que pongo abajo. Es mi testimonio hoy de mi día de trabajo. Trabajo gustoso en una ciudad hermosa en la que me gustaría pasar más tiempo para ver más sitios —he paseado por sus calles, he visitado su catedral —Saint-André—, y he estado en lugares con encanto como los cines Utopia, frente a la plaza Camille Julian, en pleno centro comercial de Burdeos. Hoy, Fatima (2015), una película de Philippe Faucon. Me muevo en un triángulo exacto que me lleva a Allée de Tourny, en donde estuvo la Imprenta Lawalle que publicó la Biblioteca Selecta de Mendíbil y Silvela, exiliados aquí, en un local que hoy es una brasserie. A poca distancia de la librería Mollat, que tiene fachada con escaparates y entradas a dos calles, y ofrece una infinidad de libros de actualidad, incluidos los clásicos. Por los carteles que hoy anuncian el encuentro con escritores de éxito, uno aprecia que está en el centro de la actividad cultural-comercial de la ciudad. Lástima que ya no exista la librería Contraportada. He conocido hoy a quien fue uno de sus propietarios, que se lamentaba de la situación insostenible para un negocio así: una librería española en la que se celebraban encuentros con escritores y lectores. Hoy, quien fue librero, al menos, se dedica a la docencia en la Universidad. Cuarenta y ocho horas —más o menos— en Burdeos.
sábado, octubre 10, 2015
Pablo García Baena
Mientras cantan los pájaros fue el segundo libro de Pablo García Baena (Córdoba, 1921), que, hace sesenta y tantos años, Gerardo Diego recibió con «verbal opulencia» en una reseña para ABC. Ese título es el que ha elegido Felipe Muriel Durán para su edición de una antología poética de Pablo García Baena desde 1946 a 2006, es decir, desde Rumor oculto hasta Los Campos Elíseos, que contiene más del cincuenta por ciento de los poemas publicados por el autor. La poesía completa de García Baena está publicada por Visor (2008) y sobre ella hay importantes estudios, desde la reivindicación de antólogos como Enrique Martín Pardo, homenajes como el celebrado en Málaga en 1971, o libros como el de Guillermo Carnero sobre El grupo Cántico de Córdoba. Un episodio clave de la historia de la poesía española de posguerra, de 1976, cuyo conocimiento en los años de universidad fue para mí el conocimiento de un poeta como Pablo García Baena. Quien, precisamente, dedicará el primer poema —«Turiferario»— del tríptico «Ceremonial» —incompleto en esta antología— al también poeta Guillermo Carnero en Fieles guirnaldas fugitivas (1990). Desde aquel estudio de Carnero, y aparte reseñas o notas sobre el gran poeta cordobés, no había leído un análisis tan detallado de su obra poética como este que ofrece Felipe Muriel en el centenar y medio de páginas que precede a esta amplia selección de la poesía de García Baena. Libro a libro, y no son pocos, mayores y menores, Felipe Muriel describe, comenta y desmenuza —confeso de su pertenencia a la escuela de Ricardo Senabre y de su dedicación a la docencia— gran parte de los poemas que conforman su selección, de tal manera que la introducción es como el relato completo de lo que luego en la anotación a los poemas se da sucintamente. Tiene en la impresión de la realidad su anclaje la poesía de García Baena y su aspiración estética se materializa en textos mayoritariamente clasicistas. Alguien podrá echar en falta un análisis más en perspectiva de la poesía del autor, una valoración sobre su evolución —su modo de cumplir años de escritura—; pero compensa el comentario particular de cada uno de los hitos que forman la trayectoria paulina, como gusta decir Felipe Muriel, que destaca la importancia de este poeta «en el devenir de la lírica española de los últimos sesenta años, ejemplo de entrega a la pasión creadora, más allá de modas, fobias o filias» (pág. 38); pero que no es condescendiente ni hagiográfico, como cuando hay que decir que Óleo (1958) fue «un libro estéticamente irregular que, excepción hecha de algún poema memorable («Palacio del Cinematógrafo»), supone un intento no felizmente logrado» (pág. 99). Con este título antológico de Pablo García Baena, la colección Letras Hispánicas de Ediciones Cátedra, que afortunadamente pervive y persiste en la edición filológica de clásicos españoles e hispanoamericanos, contribuye a ir completando huecos del mapa histórico de la poesía española del siglo XX, con nombres menos divulgados para el gran público. Ángel Crespo, Eugenio de Nora o Rafael Morales son algunos de ellos; y todavía espera Ricardo Molina su sitio en este espléndido catálogo.
martes, octubre 06, 2015
Mankell
Mi modesto homenaje al recién fallecido Henning Mankell (1948-2015) está en este libro; o, mejor, está en que este libro esté. Me explico. Lo compré para regalarlo a una fiel lectora de las novelas de la serie protagonizada por el inspector Kurt Wallander, ese personaje indeleble de «una humanidad desarmante», como escribe hoy en El País Juan Cerezo, editor de Mankell en Tusquets. Que Arenas movedizas sean las emocionantes memorias de alguien a quien se le diagnostica un cáncer en enero de 2014 fue determinante para decidir que aquel libro no era un buen regalo para alguien que esperaba leer una nueva entrega de las historias de Wallander. Pensé en devolverlo y descambiarlo por otro; pero me quedé con él. No me arrepiento, claro; y no descarto —además de comprar otro libro de regalo— la idea de que su primera destinataria haga una lectura gozosa y liberadora de este texto sereno y conmovedor —más hoy—, que termina con un capítulo titulado «Que no nos quiten la alegría».
domingo, octubre 04, 2015
Glorias de Zafra (IX)
Día desapacible para la corrida de rejones de hoy. Demasiado viento y amenaza de lluvia. Los andaluces Fermín Bohórquez y Andrés Romero, y el lisboeta Diego Ventura, torean a caballo toros de los Herederos de Ángel Sánchez y Sánchez. A esta hora no sé qué ha ocurrido dentro. Ayer salieron a hombros Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Posada de Maravillas, que tomó la alternativa. Uno de ellos tuvo que cumplir años, porque la banda le dedicó el «Cumpleaños Feliz». Hace ya mucho tiempo que durante el fin de semana de octubre de la Feria de Zafra la casa de mi madre se convierte en palco preferente del tradicional festejo taurino. Ni ayer ni hoy ha habido protestas de animalistas. Este año no; pero los toros han sufrido lo mismo. Este gran palco en esquina que es la casa de mi madre tiene balconcillos de diferente vista desde los que puede observarse lo que come una familia que tiene entradas para la corrida o la puerta grande por la que los toreros salen a hombros mientras en las furgonetas que los han llevado a la plaza su cuadrilla reparte fotos del maestro. Sin puntos ni comas. Un sombrero cordobés y una camisa de lunares en un hombre septuagenario. Su mujer va delante; pero no hace caso a su torpeza para caminar. Que tenga cuidado. En días así y en Zafra se ve de todo. Las mujeres van vestidas para la ocasión, más guapas que de costumbre, muchas con bota alta por fuera del pantalón. Verdaderamente, hay que decirlo, las guapas acuden aquí más que al mercado, con su pantalón vaquero roto por las rodillas o su falda corta, su tacón alto y su cola de caballo —la corrida es de rejones. Las barrigas prominentes las ponen los hombres con sus camisetas azules de una peña taurina que toman cañas en el bar de abajo mientras el resto de los compañeros disfruta de la faena en un coso lleno. Unas gitanas con moño, clavel reventón y latitud de escote vocean las almohadillas a dos euros a la oreja de una rubia platino que debe de ser un personaje popular —televisivo— por la manera de saludarla y hacerse fotos con ella de cuatro jovencitos. No falta la gomina en los hombres ni los ricitos sobre sus nucas. Ni las fuerzas del orden. Guardiaciviles con boina, policía local, voluntarios de protección civil de Herguijuela —sic. Corbatas y chaquetas cruzadas, pantalones blancos, rostros cetrinos, ganaderos y labriegos sin pies por paralelas, día de fiesta, carrusel, dichosa convivencia de tirios y mulatos. Algunos miran al balcón cuando a mi madre la acerco para que se asome desde su silla de ruedas. Ella saluda a la concurrencia sin saber a quién; pero con distinción de reina madre. Como el diablo cojuelo, desde aquí, con ella, veo un poco de cada casa.
sábado, octubre 03, 2015
Timoteo Pérez Rubio
El 9 de agosto de 1977 el diario El País publicaba esta noticia: «En su residencia de Río de Janeiro falleció ayer el pintor español Timoteo Pérez Rubio. Nacido en Oliva de Jerez, Badajoz (1896), fue, sin duda alguna, el artista extremeño más importante de la anteguerra. En 1932 obtuvo la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Ocupó el cargo de subdirector del museo de Arte Moderno […] y el de presidente de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional. Estaba casado con la escritora Rosa Chacel […] Timoteo Pérez Rubio protegió los monumentos madrileños y las obras del Prado durante la guerra civil». Además de corregir el error de la noticia, pues Timoteo Pérez Rubio nació en Oliva de la Frontera (Badajoz), habría que añadir hoy que es una de las figuras más importantes que Extremadura ha dado en el siglo XX. Coetáneo de toda la vanguardia europea —nació el mismo año que Gerardo Diego y que André Breton—, fue recordado en Extremadura por su paisano Francisco Lebrato Fuentes y por Javier Pizarro Gómez, reciente director de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, que escribió su biografía (Badajoz, Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial, 1998). Conocida y difundida buena parte de su producción artística, es hora de destacar el valor del fondo documental de Timoteo Pérez Rubio que alberga desde hace años el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) y que «contiene un total de 280 textos de creación literaria —poemas y textos en prosa— y 33 cartas y documentos de su archivo personal, que se completa con 161 fotografías, 15 textos de prensa y 22 dibujos. El interés de este fondo es innegable, por la importancia de su autor y por su carácter inédito y desconocido. Así pues, la posibilidad de que la Universidad de Extremadura, en colaboración con el MEIAC, disponga de ese conjunto de documentos para su reproducción y tratamiento para la aplicación de marcación en TEI (Text Encoding Initiative), abriría una vía de investigación en el ámbito de las Humanidades de extraordinario valor, que, además, tendría una inmediata repercusión en el ámbito social y cultural, y no sólo en el específicamente científico y especializado.» Extraigo estas líneas del resumen publicado por mi compañero Jesús Ureña Bracero sobre su comunicación en el próximo II Congreso Internacional de Humanidades Digitales Hispánicas: «Innovación, globalización e impacto», que se inicia este lunes 5 de octubre en la UNED (Edificio de Humanidades. Paseo Senda del Rey, 7 Madrid). Su contribución se titula «Edición digital genética y facsimilar de los manuscritos literarios inéditos del pintor Timoteo Pérez Rubio (1896-1977)», y estoy convencido de que será uno de los incentivos de mayor pujanza para la activación de un proyecto que sitúe a Timoteo Pérez Rubio en el lugar más honroso del mapa patrimonial de Extremadura. Por figuras y obras así merece la pena que una comunidad se sienta orgullosa.
Placa conmemorativa en la fachada del domicilio del pintor en la Plaza Tirso de Molina de Madrid