Hace poco más de un año le dediqué unas líneas aquí. “Hoy hace un año, esta misma puerta / reflejaba, rosadas, las flores del ciruelo y sus mejillas. / No sé dónde su rostro estará hoy, / mas las flores sonríen aún a la primavera.” (Tsuei Hu). Ahora Pepe está enfermo y no quiero molestarle, para que descanse y se recupere. Echo de menos los ratos de conversación sobre poesía, ocasionales y rodeados de esa algarabía del cañeo en los bares del barrio, unas veces; y otras, en el patio ameno de la casa de un amigo, como aquel día, hace un año y poco.
Para que se reponga y hasta que se reponga, quiero hablar aquí de poesía con Pepe. Para que te repongas, Pepe, porque sé que te gusta. Hoy, para abrir boca, voy a elegir a tu Aníbal. No sé si conoces los Cartapacios que editaron Luis Felipe Comendador y De la Luna Libros y que cité aquí también. La prehistoria. Una curiosidad de ésas que nos gustan. Claro, no es comparable con el poeta crecido de Cuarzo, por ejemplo. Seguro que sabes de memoria algún verso, que tú siempre me has sorprendido con unos cuantos versos ajenos, dichos así, a la buena de Dios. “De la mutilación de las estatuas / a veces surge la belleza, de los / capiteles truncados cuyo acanto / cayera en la maleza entre el acanto: / perfección del azar que nada tiene / que hacer para ser símbolo de todo / lo que se quiera.” (De “La belleza arrebata las palabras que intentan proclamarla”, de Cuarzo.) No te canso más. Otro día.
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