No es lo mismo. Sigue sin ser comparable el modo de lectura de un libro con el del mismo texto de ese libro, por ejemplo, en una pantalla. Recibí con alegría la creación del blog de Jordi Doce hace ya un par de años. Inactivo durante meses; luego durante casi un año. Lo ha retomado y vuelve a ser grata su lectura; esa manera de observar y de leer que tiene el autor de Lección de permanencia (Valencia, Pre-Textos, 2000). Pero donde se ponga el modo de lectura aplicado a este libro suyo que acabo de terminar, La vibración del hielo (Diario 1998) (Villanueva de la Serena, Littera Libros, 2008), que no se ponga la manera que uno aplica a la lectura, sometida a variadas circunstancias y posturas, de su blog. No sé. No es lo mismo.
Lo encontré el otro día en un sobre que me dejó José María Cumbreño en mi despacho de la Casa de los Ribera —¿veis? Cumbreño está ahora (más) vinculado a la Universidad por ser uno de los dos escritores —el otro es Fran Rodríguez Criado— becados por la Consejería de Cultura y Turismo para impartir cursos y talleres en la UEX, y, con Antonio Reseco, ha logrado con muy buen criterio captar para esta aventura editorial encomiable este texto diarístico ejemplar de Jordi Doce.
1. No conozco Sheffield; pero me resulta cercano. Tengo un amigo allí que se llama Philip Deacon. Jordi lo conoce, claro.
2. Es honesto que un traductor excelente diga de un autor —extranjero, claro— que no termina de funcionar en castellano. Lo dice de Montale.
3. Conozco Gijón. Allí estuve en 2001 con Ángel Campos y nos encontramos con Jordi Doce. Luego estuvimos Carmen y yo, más tiempo; mejor; pero sin ver a Jordi. Las referencias a Gijón me llevan allí ahora.
4. Sigo el discurrir de un tiempo limitado, de enero a diciembre de 1998, por una experiencia ajena. Es grata esta intromisión en lo personal; no por entrometerse, sino por la manera literaria de expresar lo íntimo.
5. Cuántos libros. Birthday Letters, de Ted Hughes. Manual del distraído, de Alejandro Rossi. Les rencontres des jours 1992-1993, de Claude Roy. Hay música. Y películas. Cuántas lecturas pendientes.
6. “Sería hermoso […]—dice Jordi Doce— , publicar una antología anual del trabajo de uno, reunir sin método una docena de poemas, otras tantas traducciones, media docena de artículos, unas cuantas anotaciones extensas del diario, unas pocas frases felices, y hacer con todo esto unos pliegos que sea lean rápido y se relean despacio, a saltos, sin orden”[…] Es una idea para un blog. Y tiene que ser el de Jordi Doce. Que lo anote.
7. “El escritor es una versión mejorada o afinada del individuo que lo sostiene”, escribe Jordi a propósito de algo dicho en una entrevista por Julian Barnes. Está bien así, como motivo de reflexión.
8. La vibración del hielo como título obedece a un instante, una estampa, más bien, que cualquiera de nosotros suscribiría. ¿Puede decirse así?
9. Un estanque helado y unos niños que golpean las placas de hielo con los pies. La vibración que provocan los golpes. El agua muerta bajo el hielo. La soledad del que contempla la escena. La del que escribe. Ahí está la clave de la escritura de este libro agradable. Ahí, quizá, la clave de mucho de la escritura. No sé.
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