Lunes festivo —por San Jorge, ayer domingo. Paseo de Cánovas. Feria del Libro de Cáceres. He estado con Jaime Naranjo. Hemos hablado de libros. En casa he leído en El boomeran lo que ha escrito Javier Rioyo sobre la librería de Jaime, sobre Boxoyo Libros. No lo dice, pero debería saberse que ese rincón único de Cáceres, en donde uno puede pasar horas dedicado a esos dos placeres asociados a las buenas librerías, ver libros y charlar con el librero, puede desaparecer atenazado por pleitos y sentencias que lo consideran un negocio peligroso por el peso que soporta el inmueble.
La desolación de Jaime se traduce en cerrar antes de que le cierren la librería. No puede ser. No debe ser. ¿Nos vamos a quedar callados? ¿Sólo vamos a escribir en nuestros blogs elogios y denuncias, lamentos y protestas? No debe ser.
Con Jaime Naranjo, de libros. Hemos hablado de autores y de la Feria. El periódico traía hoy buenas noticias sobre la afluencia de público y el volumen de ventas; pero el interés cultural sigue fallando, comentamos. Aun así, añado, es importante que en el centro de la ciudad, en su paseo principal, pase lo que está pasando. Claro que, luego, uno se viene abajo.
Porque uno, hoy, estaba aquí para presentar dos novedades editoriales del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura: una espléndida traducción de los Sonetos de Shakespeare, de Carmen Pérez Romero, y un libro sobre Gabriel García Márquez: crónica y novela, de Carolina Molina Fernández. Y no había nadie de la Universidad. Estaban Rosalía y Santos Domínguez, Jaime, Pepe Domínguez, algunos familiares de Carolina Molina, Teófilo González Porras, algunas señoras que pasaban por allí. A Miguel Ángel Melón, que fue director de Publicaciones de la Universidad no le dio tiempo a llegar desde Monroy, y sé de su disculpa. Nadie más.
Con Jaime, hablando de libros. Ojalá que por muchos años. Y en su librería.