© Juan Ramón Marchena, 1987Me lo dijo la semana pasada Enrique Cerrillo, que Vicente Santos, el librero cacereño, había muerto. La librería
Vicente Libros de la Plaza Mayor ha sido un referente en esta ciudad. No hablé mucho con él, aunque he frecuentado su local durante veinte años. Recuerdo a su padre, el fundador de la librería allá por los años cincuenta, de quien Vicente heredó el negocio, que amplió con un local en la Plaza Mayor. Mantuvo éste hasta que un día, creo que a principios de este año, desaparecieron —para mí, sorprendentemente— los paneles con libros que ocupaban todos los días laborables los soportales de la plaza. Y la única noción de aquel vacío fue un cartel de una agencia de la propiedad inmobiliaria que proclamaba la venta o el alquiler de un local más, uno de tantos; pero que no era un local más, sino un inmueble de interés cultural. Hoy ahí no hay nada, ni un recuerdo.
La fotografía que ilustra este
item me la ha proporcionado Enrique Cerrillo, que sí habló, y mucho, con Vicente. Está publicada en el libro
Cáceres. La historia viva. (Cien años de la vida cacereña), editado en 1992, y es del archivo de Juan Ramón Marchena, de 1987. Agradezco los datos a Pablo Calvo, del diario
Hoy, el periódico que editó ese libro de imágenes. El pie de la foto reza: “La calle Pintores continúa manteniendo su carácter comercial. En su desembocadura a la Plaza Mayor, el librero Vicente suele instalar su particular feria dedicada a los autores extremeños, como ésta del año 1987”. Vicente se asoma, poco, al corte izquierdo de la instantánea.
Su rincón de literatura extremeña era un lugar muy frecuentado. Allí podían encontrarse hasta hace poco ejemplares de aquella edición repudiada por Felipe Núñez de su libro de poemas
Equidistancia (1983), de la revista
Residencia que editamos siendo estudiantes, de la revista de Carande
Alor Novísimo, de estudios publicados por las instituciones regionales, libros de la Institución Cultural “El Brocense” que hoy no están en la librería de la Diputación de Cáceres, ediciones de autor y otras rarezas... y no era una librería de viejo.
Vicente era una de las pocas librerías cacereñas con fondo editorial. Toda la colección del Libro de Bolsillo de Alianza, de Visor o de Pre-Textos. Recuerdo que hace unos años, Manuel Borrás, que acaba de recibir el reconocimiento de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en México al Mérito Editorial, quiso visitar la librería porque le constaba que era uno de los puntos de venta en la periferia más fieles a su casa. Allí estuvimos y charlamos con Vicente. Poco, la verdad sea dicha. Era un librero sin alharacas. Y era un testigo de lo que pasaba en la calle. Un testigo ilustrado, comprometido y con su punto de rispidez, lógicamente, cuando lo que pasaba en la calle era intolerable.
No encuentro el recorte de prensa de
El País Semanal; pero cuando le encargaron a Luis Landero hacer un reportaje para el
colorín del periódico sobre Extremadura, habló, cuando hablaba de Cáceres, de Vicente y su librería. Bueno, habló, aunque poco, con Vicente, que pasó a ser, con la alegría de gente como yo, uno de los valores que la ciudad de Cáceres ofrecía al visitante. Sí señor.
Hace unos meses, Toñi Escobero firmaba un reportaje en
El Periódico Extremadura sobre Sara Santos, la hija de Vicente, en el que ésta le hablaba de su proyecto de abrir “una librería más grande, con cafetería y sala de exposiciones y reuniones, como algunas de las grandes ciudades. También con promocionar a autores extremeños fuera de la región o recuperar el premio de poesía Mirlo Blanco que instituyó su padre.”
A la rudeza inevitable del título de este texto, de este recuerdo que aquí pongo, contesta el vivo empeño de Sara y su proyecto. Sea. En memoria de Vicente.