Sienta bien entretenerse con los papeles que se han amontonado durante un tiempo —ya lo dije aquí—, y encontrar acomodo a ese «material incandescente», como llamó Tomás Sánchez Santiago (La vida mitigada) a los recortes y fotografías que uno acaba desperdigando sobre la mesa como si se tratase del tablero de un juego cuyas reglas han prescrito. Me permite discurrir por un pasado del que casi siempre me llega algo placentero, que prevalece frente a otros sinsabores, afortunadamente transitorios, y constato en ello la razón por la que he conservado ese papel como la señal de un tiempo. Una señal que arrastra su contexto de entonces y que es el que ahora, pasados los años, me saca una sonrisa o un suspiro. Los documentalistas saben bien que la hemeroteca es una fuente fecunda de datos para el análisis histórico y los políticos saben que puede llegar a ser demoledora. Por eso los primeros la valoran tanto y los segundos la temen y la desprecian, como una forma de repulsa y negación de su propio pasado. Me gusta leer esa prensa envejecida como un testimonio de lo vivido que permite ahora hacerse preguntas, establecer ciertas comparaciones, lamentarse de que la piedra con la que topamos siga siendo la misma. Imagino la reacción de un lector sobre el papel añejo. La lectura de dos titulares del mismo día de hace varias décadas ya: «La xenofobia y los inmigrantes, cuestión clave en la campaña francesa» y «Un estudio oficial dice que los españoles están sobrealimentados» (El País, jueves 16 de enero de 1986, págs. 8 y 23). La irritación, al cabo de los años: «El Rey hace un llamamiento a la lucha contra la corrupción en su mensaje de Nochebuena» (El País, 26 de diciembre de 1994). Lo consuetudinario: «El Museo de Colecciones Reales se retrasa al menos 4 años» (El País, martes 12 de febrero de 2002); «El mito del peso de las mochilas escolares. Los 7,5 kilos de media que carga un estudiante suponen menos riesgo en la espalda que arrastrados por la muñeca» (El País, martes 7 de junio de 2005). La triste resignación: «La reforma del Senado contará con el apoyo del PP pero no del PNV» (Hoy, jueves 14 de octubre de 1993, pág. 27); «El Gobierno está dispuesto a discutir y modificar la Ley de Secretos Oficiales» (Hoy, sábado, 7 de septiembre de 1996, pág. 21); «Aznar rechaza una nueva reunión con Zapatero para negociar el pacto por la inmigración» (Hoy, miércoles 20 de septiembre de 2000). Son el contexto que fue de un hecho íntimo, más cercano, como la muerte de alguien —la necrología de Juan Manuel Rozas en El País coincidió con el recuerdo del cincuentenario del fusilamiento de Ciges Aparicio en agosto de 1936 en el suplemento de Libros que se publicaba los jueves—; o de un hecho histórico, como una declaración de guerra rodeada de la profundidad intrahistórica de una crónica de barrio. Otra vez esta tarea modesta de obsequiar a unos cuantos papeles con un orden perdurable.
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