La composición y el título principal de este libro de Javier Morales (Plasencia, 1968) son la mejor declaración de sus intenciones, que, de otro modo, están expresadas en el breve prólogo que llevan los relatos reunidos en él. «Por una escritura de la tierra» es esa presentación en la que se nos informa de la procedencia de los textos y, sobre todo, se hace un alegato por «una nueva escritura de la tierra, una nueva literatura que tenga en cuenta los bosques, las montañas y los ríos, que no se escriba en los surcos del dolor de los otros animales, sino desde la fraternidad y el reconocimiento de todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra» (pág. 14) Pero, en realidad, el más contundente argumento en defensa de una escritura de la tierra es la decisión de retomar unos textos antiguos —«La despedida» fue el último cuento del volumen de mismo título que publicó la Editora Regional de Extremadura en la colección Vincapervinca en 2008—, ya publicados en otros lugares —en los libros Ocho cuentos y medio, de 2014, y en La moneda de Carver, de 2020—, y agruparlos ahora con el título de Escribir la tierra. El matadero y otros cuentos de la montaña (Madrid, Tres hermanas, Col. Tierras de la Nieve Roja, 2024) que es una especie de reescritura o de relectura de unos textos con unos principios compartidos, una esencia común. A ellos —«La despedida», «Profecías», «Cementerio alemán» y «El tiempo del tabaco»— se suma en esta edición «El matadero», único relato inédito, escrito, según indica el autor, en 2020, y el más largo de todo el volumen —págs. 21 a 55. No solo por ser para mí de primera lectura me ha interesado este relato, sino porque compendia en su narración rememorativa —en una primera persona habitual en los textos de Morales, que acerca los referentes del autor a los del personaje narrador — una sugerencia literaria y una sugerencia de vindicación ecológica que son cada vez más patentes en los escritos del placentino. La primera, implícita en la dedicación periodística del personaje, está en las alusiones a Borges y «Las ruinas circulares», en los libros de Emily Dickinson, Thoreau, que aparecen mencionados, en la poesía de e. e. cummings, en la analogía de un lugar como el Matadero con la Casa Usher del texto de Poe… La segunda es obvia en el conflicto entre el progreso y la conservación de un espacio natural que forma parte del argumento esencial del cuento; pero es sumamente significativa en el homenaje de nombrar a la protagonista femenina de la maestra como a la activista hondureña del medio ambiente y los derechos humanos asesinada en 2016: Berta Cáceres. «En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz, de los ríos somos custodios ancestrales el pueblo lenca. Resguardados por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida por el bien de la humanidad», son palabras de la líder lenca no ficticia que elige Javier Morales como uno de los exergos que abren la sección de El matadero. Los otros son de Olga Tokarczuk y de Kafka, en otra manera de vincular las dos presencias, la de la naturaleza y la de la literatura —también en el homenaje a Miguel Torga del subtítulo. Ambas acompañan esta sugerente narración de restauración de un pasado personal con la escritura como nutriente. Del mismo modo que la tierra recibe sus fermentos más propicios, Javier Morales abona su libro con una mirada a un mundo rural emotiva y sensible, recolectada entre sus escritos anteriores como una suerte de reafirmación de sus convicciones naturalistas. Ahora, en la editorial Tres hermanas que lo acoge, y que debe extremar el cuidado formal para evitar erratas, menores pero molestas —págs. 27, 37, 38, 104— y más ostensibles como el error en la numeración de los capítulos posteriores al noveno. Confiemos en que sea un libro tan buscado y leído para ser reeditado con los oportunos retoques.
Excelente libro
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