Su lectura explica el título de estas dos entradas y su escritura emparejada. Es la novela gráfica de Paco Roca y Rodrigo Terrasa El abismo del olvido (Bilbao, Astiberri Ediciones, 2023), que me ha parecido algo más que otra magnífica obra del dibujante valenciano, que casi siempre he leído inducido por mis hijos. Así pasó con Arrugas (2007) y con Los surcos del azar (2013); pero ahora he sido yo el que ha traído el libro a casa para que ellos lo lean, para que comprueben lo bien que se muestra esa dimensión social y ética de lo que hace Paco Roca, ahora a partir de otro emocionante caso de justicia y memoria histórica con dos héroes protagonistas, uno del presente —Josefa Celda, «Pepica»— y otro del pasado —Leoncio Badía Navarro—, unidos hoy en páginas como estas en una misma rehabilitación. A decir verdad, el promotor e impulsor de la obra fue el periodista Rodrigo Terrasa (Valencia, 1978), como bien explica él mismo en el «Epílogo» (págs. 289-295), pues insistió desde 2017 a Paco Roca para que se embarcasen en el relato de la lucha infatigable de Pepica por recuperar los restos de su padre, un agricultor afiliado a Izquierda Republicana, detenido y acusado injustamente de «varios asesinatos cometidos en la localidad de Masamagrell, a unos cien kilómetros de distancia de su casa» (pág. 289), y que fue finalmente fusilado junto al cementerio de Paterna (Valencia) el 14 de septiembre de 1940. Ella es la heroína viva —tiene noventa años— que batalló contra las trabas administrativas de unas autoridades que aún parecen preferir el silencio y el olvido. El héroe, Leoncio, fue el enterrador de Paterna, a quien se conmutó una pena de muerte por un destino en el camposanto para enterrar, como se le dijo, «a los tuyos». Y lo hizo, procurando dejar junto a los cuerpos elementos identificativos introducidos en botellas y llevándose cientos de ellos que fue guardando en cestas de mimbre para poder dar indicaciones de la ubicación de los cadáveres a sus familiares. Su arriesgado quehacer sirvió muchos años después para la identificación del cuerpo del padre de Pepica, José Celda Beneyto, y de once personas más, todas con su botella con su nombre o elementos personales en una de las fosas. «En el Cementerio Municipal de Paterna existen unas 135 fosas comunes. En sus alrededores fueron asesinadas más de 2.200 personas provenientes de todo el territorio español. Es el lugar donde se constata la ejecución del mayor número de crímenes contra la humanidad una vez acabada la guerra civil», escribe Terrasa (pág. 295). Hablar de héroes consuena con la sustancia épica de este suceso real; pero en el cómic de Paco Roca, además, se evoca —y dibuja— (págs. 71-75, 169-173 y 179-180) la parte de la Ilíada que nos habla del significado de enterrar a los seres queridos que sugiere el episodio de la muerte de Patroclo, y la venganza de Aquiles sobre su matador, Héctor, y su propia familia. Es un acierto este giro clásico en una estructura que alterna el pasado y el presente de manera muy sugerente, pues acerca la motivación de investigar a la potencia de los hechos históricos. La historia está muy bien contada y muy bien hilada, a partir de un mismo escenario —el cementerio— en el que un equipo de arqueólogos realiza trabajos de exhumación y en el que antaño hubo un enterrador que se jugó la vida por honrar a los muertos. La variedad de los dibujos y sus diferentes encuadres, las expresivas viñetas mudas que abren algunas secuencias y que sirven también para darles un cierre, o la sutileza de las imágenes de la fosa desde perspectivas que la ahondan para reforzar la noción de abismo («El olvido es el abismo que separa la vida de la muerte», pág. 107)... Todos son elementos que confluyen para hacer de la lectura de esta novela gráfica una experiencia muy placentera, y también muy conmovedora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario