«Si por mí fuera, la verdad es que estaría escribiéndote todo el día» (pág. 33). Así comienza la primera carta —Roma, 28 de enero de 1967— publicada en esta edición y que envía el ensayista y crítico teatral Nicola Chiaromonte (1905-1972) a Muska, Melanie von Nagel (1908-2006), monja benedictina retirada en una abadía de Bethlehem, en Connecticut, con la que mantuvo una intensísima relación epistolar que duró hasta la muerte del escritor italiano y que suma más de mil doscientas misivas, de las que algo más de un centenar se recogen en este libro fascinante. Tan fascinante que permite construir el retrato cabal de una naturaleza humana sin conocer casi ninguna de las cartas que esa mujer envió a su notable corresponsal. En otra de enero de 1969, Chiaromonte escribe: «Contándote estas cosas tengo la maravillosa sensación de hacerte un poco de linterna mágica mientras descansas, echada y algo soñolienta. Los recuerdos. Ya hablaremos de ellos. De momento, dejemos que unos nos lleven a los otros, nos distraigan de lo que nos fastidia e incomoda, que distraigan a Mushka, en una palabra. Mushka muy querida, percibo que hay algo que no está bien en tu vida en los últimos tiempos: el brazo te sigue doliendo, me consta. Espero que no haya algo más preocupante, aunque ése es ya un tormento que me atormenta a mí también, lo sabes. No te fatigues escribiéndome, te lo ruego: sé que para ti es una gran alegría, pero si estás cansada y cuando lo estés, pocas líneas y un hilo de tus lanas me bastarán. Quiero que todo lo que te atañe esté bien». (pág. 189). Una mañana del pasado septiembre me habló Enrique Santos Unamuno en su despacho de la Facultad de esta edición que él había traducido del original italiano Fra me e te la verità. Lettere a Muska (Forli, Una Città. 2013) y que en español ha sacado el sello El Pez Volador: Nicola Chiaromonte, Que la verdad habite entre tú y yo. Cartas a Muska. Edición y notas de Wojciech Karpińsky y Cesare Panizza. Traducción de Enrique Santos Unamuno. Larraya (Navarra), El Pez Volador, 2022, 292 páginas (las últimas con un índice onomástico). Cómo le agradezco a Enrique que me haya permitido conocer algo así. El profesor y biógrafo de Chiaromonte Cesare Panizza sitúa muy bien a los protagonistas de este epistolario en una introducción que retoma el «marriage of true minds» («unión de mentes fieles») del soneto 116 de Shakespeare, que es como llama Nicola en una carta de marzo de 1967 a la conversatio que mantiene con su amiga, y las más de cuatrocientas notas de esta edición —en alguna de las que se deja ver el traductor—, del eminente intelectual polaco Wojciech Karpińsky, son muy esclarecedoras. Dice Chiaromonte a su «queridísima Muschka» —como transcribía el nombre de pila de ella— que solo puede enviarle «pedazos de conocimiento e ideas a medio cocer» (pág. 80); pero lo que recibe el lector que se inmiscuye en esta íntima comunicación entre dos cultos curiosos insaciables es antológico. Recibe reflexiones sobre política, sobre arte, sobre la belleza, sobre los lugares que visita el escritor —Venecia, Palermo, Paestum…—, sobre teatro y filosofía, sobre los poemas y las flores que la Hermana Jerome le manda desde la abadía americana Regina Laudis con el permiso de la madre abadesa para escribir. «… lo que tú representas para mí lo siento plenamente en momentos como el de esta mañana, cuando me ha llegado tu carta del 13-14 (con matasellos del 19), de forma inesperada, pues el correo de la mañana no había traído nada. Es como si, de repente, respirase un aire de montaña… Pero no, las montañas no me gustan… De mar abierto, más en primavera, si bien esa imagen es demasiado natural. […] Y es que tú significas para mí aire puro y suave. […] Me aportas aquello que echo de menos, ésa es la verdad», escribe Nicola Chiaromonte el 23 de junio de 1967. Después de su muerte, Melanie von Nagel envió a la viuda, Miriam Chiaromonte, una carta en la que le informaba de su trabajo para recopilar — fue, pues, su primera editora— todas las cartas que recibió del intelectual antifascista que estuvo en el frente republicano español de 1936, que fue amigo de André Malraux, de Albert Camus, de Hanna Arendt, de Alberto Moravia y de Andrea Caffi, entre otros: «Ya he contado las que van de 1957 a 1966: un total de 38. Las de 1967 dan inicio a la serie anual de comunicación más nutrida y son 123. […] 661 en total, más algunas de enero de 1972» (pág. 280). En los períodos de mayor correspondencia, que son los que se editan en este volumen, intercambiaron una media de tres cartas a la semana.
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