Supe de la existencia de esta edición gracias a la reseña que Jordi Doce le dedicó en el número 26 del 8 de julio de La Lectura, y quise hacerme de inmediato con el volumen, que completa estas creaciones —más de dos millares de «mínimas» u «ocurrencias»— del escritor gaditano (1923-2010) con 254 textos inéditos: Carlos Edmundo de Ory, Aerolitos completos. Prólogo e Ignacio F. Garmendia. Edición de Carmen Sánchez y Laure Lachéroy. Cádiz, Firmamento Editores, 2022. Algunas podían leerse en la imponente antología poética de Jaume Pont en Galaxia Gutenberg Música de lobo (2003), y exentas en Los aerolitos de Calambur (2005 y 2011) y las editadas por un oryano como José Ramón Ripoll en La Isla de Siltolá en 2019, entre otros lugares. Pero bien, por el momento, estos son los aerolitos completos de Ory, desde «Sin previo silencio las palabras no suenan» (pág. 31) hasta «Las palabras marchan hacia el silencio» (pág. 238), un principio y un final que ponen de manifiesto la opción de las editoras de ofrecer una «coherencia orgánica del conjunto» que uno no sabe si era la del autor. Descartada una ordenación cronológica —«elección más propia para una edición crítica, destinada a los filólogos» (sic), en palabras del prologuista Ignacio F. Garmendia, que hace que me sienta un rarito—, se hace edición, y, aunque se pretenda lo contrario, hay un «afán de sistematicidad» en cualquier propuesta así que se precie. De hecho, los inéditos se ponen en sección aparte. Creo que llegué solo a Carlos Edmundo de Ory y al postismo como movimiento de vanguardia de la posguerra española. Quiero decir que no recuerdo haber escuchado a ninguno de mis profesores nada sobre aquello, que sí conocí gracias a la antología Poesía española contemporánea (1939-1980), de Fanny Rubio y José Luis Falcó (Alhambra, 1981), que me compré en Zafra en mi verano de veinte años. Ahí conocí un poquito de la vanguardia desde 1939 y lo de la revista Postismo (1945), y los nombres de Eduardo Chicharro (1905-1969) y poemas de Carlos Edmundo de Ory como «El rey de las ruinas», «Poema escrito con el torso desnudo» o «Serenata». Lástima que el centenario del nacimiento de Ory el próximo año pueda verse solapado por el de mi madre. Vivía Ory cuando me traje de Cádiz una edición feúcha de su Poesía primera (1940-1942), que editó la gaditana Fundación Municipal de Cultura a finales de los ochenta, y una muy interesante compilación de artículos bajo el título de Iconografías y estelas que sacó el Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz en 1991, con una nota previa del propio «Alado Carlos Edmundo», que es como titula su prólogo Ignacio F. Garmendia, que tarda tan solo dos páginas y pico en decir que «los aerolitos de Ory […] son algo más que aforismos», que es lo que hay que decir, en realidad, si uno no quiere pararse en el ingenio sin genio («Errare divinum est») ni en calambures («¿Por qué te vas a Tebas?»), y celebrar la publicación de esta ventanita a una obra mayor como la de este personaje. Es tanto y tan diverso lo que uno puede encontrar en estos Aerolitos completos, que, como dice Jordi Doce, a quien debo esta lectura, no «hay página de la que el lector no salga con una sonrisa, pensativo o maravillado ante el don oryano para el relámpago verbal y la sorpresa feliz. Es como si nuestro poeta fuera capaz de convertir en ‘aerolito’ todo lo que toca y piensa y escribe». Otra lectura recomendable. «Sbrenica, julio 1995: milicianos serbios fuerzan a una madre para que beba la sangre de su hijo de dieciocho años degollado bajo sus ojos (de la prensa)» (pág. 191). En fin…
No hay comentarios:
Publicar un comentario