Hermano con este título esta entrada con otra que dediqué aquí al fondo bibliográfico de Pedro de Lorenzo (1917-2000) para hacer mi crónica de esta inauguración, celebrada esta mañana en la Biblioteca Central de la Universidad de Extremadura en Cáceres. Pongo en cursiva inauguración porque los libros de Pedro de Lorenzo están en la Diputación de Cáceres desde 1983 y los de Zamora Vicente desde 1990, y han formado parte del patrimonio bibliográfico de la institución desde entonces. Sin embargo, hoy se ha inaugurado —ahora sí, en redonda— una nueva ubicación de la colección y una nueva idea sobre cómo poner a disposición de los usuarios un patrimonio bibliográfico impresionante. Confieso que me he emocionado esta mañana viendo todo aquello, sintiéndolo mío —otra vez la cursiva, claro—, como el resultado de la colaboración de dos instituciones que han dado un ejemplo de sensibilidad y de generosidad, como nos consta que ocurrió hace más de cincuenta años en los orígenes de lo que hoy somos. Y hoy somos una biblioteca universitaria con escasísimos parangones en valor entre aquellas que se fundaron el siglo pasado. Ya nos sentíamos orgullosos de los más de cien miles volúmenes del campo humanístico y social, de un estimable fondo histórico y de un admirable fondo hemerográfico, y este incremento por depósito compartido es una acción de notable importancia. Nos beneficiamos los investigadores y también los estudiantes que pueden sacar oro para sus trabajos de fin de estudios o sus tesis doctorales, como un añadido de lujo a la bibliografía utilitaria que toda universidad alberga. He disfrutado mucho viendo el resultado material de un esfuerzo grande de personas cercanas de la Diputación de Cáceres y de mi «casa», la Universidad, que dice tanto del mimo y de la delicadeza que se han puesto en mostrar todo; como he compartido esta mañana con mi admirada Ana Zamora, nieta de don Alonso, sobre la que podría poner aquí varios enlaces sobre su dedicación y su excelencia. Las raíces, el medio, la educación, el teatro, la vida. Y qué alegría, claro, ver a tantas personas cercanas y queridas, de las dos casas que se han encontrado esta mañana. Qué buen ambiente. Y qué llamativa la irrupción de toda la comitiva en la sala de lectura de la Biblioteca Central con los estudiantes que preparaban sus exámenes sin dar crédito a que el Rector, el diputado de Cultura de la Diputación de Cáceres, la directora de la Biblioteca Central y otras autoridades y adláteres, se presentasen allí para celebrar la recepción de más de cuarenta mil volúmenes, objetos personales, papeles manuscritos, y una parte de la colección de cerámicas que la filóloga, dialectóloga y novelista María Josefa Canellada (1912-1995) y su marido Alonso Zamora Vicente (1916-2006) fueron adquiriendo en sus muchos viajes por España. Un emocionante disfrute. He echado en falta esta mañana a Mª Antonia (Queca) Fajardo, alma desde el inicio de la Biblioteca de don Alonso acogida por la Diputación. Como funcionaria de la institución, fue la que mejor conocía el fondo y sobre el que escribió algunas líneas —en aquellas actas de un Congreso Internacional dedicado a Zamora Vicente en la Universidad de Alicante de 2003— que reconozco ahora publicadas sin firma en las noticias que se difunden en los medios y que, indolentes por intención objetiva, nos alejan tanto de lo que verdaderamente tiene un valor. Intelectual. Y sentimental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario