«—¿Pero tú has pensado en mí esta tarde?». En la zona de la judería cordobesa, esquina de la calle Romero, solo se la escuchaba a ella decir eso a su pareja, un chico muy joven. Ninguno de los dos me pareció que tuviese aún derecho a voto. No sé qué farfulló él; pero ella insistió: «—Es que a mí me gusta que hayas pensado en mí». El muchacho no estaba cómodo y mintió piadoso. Seguro. Desde ese momento, toda la estancia en Córdoba fue apacible. Nunca había visto amanecer la ciudad desde el río haciendo deporte sin correr tan a primera hora. Al llegar al hotel, con la prensa del día, repasé las notas de mi intervención. Todo bien. Ya en casa, se me ocurrió que tenía que poner en orden todo para recomenzar el curso en este cuatrimestre con clases, y en mi cuaderno hay apuntes que podría recoger como fin de cuentas del mes que terminaba ese lunes. Así que lo primero que hice fue escribir estas líneas, como para soltar la mano. La convivencia con las palabras de otros casi siempre incita a emular dedicación tan grande. Un café a deshoras, una conversación amable, el desayuno… «No estamos en tiempo de gullorías: es menester contentar-nos con lo qe nos den», escribió Bartolomé José Gallardo en una carta a Tomás García el 20 de diciembre de 1835. Soy un privilegiado: por convivir siempre con ese buen estilo que me falta. No sé si es de Borges la frase de que la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido. Apuntaciones de un cuaderno que cerraré pronto; no antes de que termine este mes. «—¿Qué tal de amores?» —dijo alguien y yo creí que no iba por mí y por eso respondí que bien, que en Córdoba R. B., un ilustre colega, nos había llevado al Círculo de la Amistad (C/ Alfonso XIII, 14), a cuyo salón de baile, de teatro y de asambleas de socios pertenece la fotografía de arriba; y que me resultó tan fastuoso, tan añejo y tan simpático por haber leído con gusto y aprovechamiento, y, además, haber escrito sobre los libros que atesora en el Catálogo de los libros del siglo XVIII en el Real Círculo de la Amistad (Gijón, Ediciones Trea, 2020) que ha hecho, mismamente, socio tan sabio como R.B. Pablo García Baena, «oh inmortal, eterna, augusta siempre», Córdoba. Esta tarde, leyendo otro libro de poemas, he recuperado estas notas para ponerme a prueba de los pudores que siguen visitándome cuando pongo algo así por escrito.
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