Me ha sentado muy bien terminar de leer en Italia Arboleda. Una novela del territorio, de Esther Kinsky (Traducción de Richard Gross. Cáceres, Editorial Periférica, 2021). Comencé este delicioso libro en una clínica oftalmológica de Badajoz, en una sala de espera, como acompañante; y lo llevé conmigo durante el cómodo viaje en avión que me trajo hasta Roma para luego llegar a esta ciudad, donde lo he terminado. Quizá aquí resulte más estimulante leer un relato sobre el viaje a Italia de una mujer que ha perdido a su compañero, M., con quien habría querido visitar los lugares que ahora recorre sola sin él; pero debo confesar que en cualesquiera de las circunstancias en las que he leído estas páginas, estas han logrado envolverme en una atmósfera apacible de lectura concentrada. Con más vigorosa vinculación aquí, sin duda, con la narración de alguien que anota con sutileza lo que vive en un país como este, desde Olevano Romano o Palestrina, hasta Roma, Trieste, Tarquinia, Ravena, Codigoro o Ferrara. Puesto en la misma situación de un visitante que quiere nutrirse de lo que ve y pisa, el problema es no saber encontrar palabras tan bien dichas. Se conforma uno con alguna vacua coincidencia de una evocación de la narradora, cuando conoció la pintura de Fran Angelico, cuya Anunciación tengo en una reproducción en mi dormitorio de Perugia; o con la alusión al cantar distinto de los pájaros, cuando, mismamente ayer, yo anotaba en mi cuaderno que todavía no había escuchado casi ni uno solo de aquí piar nada, salvo el zureo de unas palomas muy invasivas que se agolpan en las inmediaciones de los coches aparcados en un viale cerca de casa. También el libro de Kinsky, que revisita tantos lugares de memoria de la muerte, es una cita literaria más que menciona la tumba romana de Keats. Me parece una prosa admirable la que me llega traducida del alemán por Richard Gross, que es la lengua de partida de esta novela. La de llegada es un disfrute sin desmayos, contenido en una disposición tripartita —Olevano, Chiavenna y Comacchio— que también es un mapa con puntos señalados de la geografía sentimental —el amante de «flying», el padre de «Lluvia»— de la narradora de este relato tan singular y tan connatural a estos mis días lejos de casa y cerca de esto.
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