De lecturas: pasé buena parte del día leyendo poemas y escribiendo sobre ellos. Además, como casi todos los domingos, dediqué un tiempo considerable a leer la prensa. Primeramente, la diaria; y después, los semanarios, a los que se les nota otra textura, como si quisiesen dejarse ver en días de fiesta. Leí en ellos desde una receta de costillas con chalotas a una entrevista insustancial en la que el famoso responde a la pregunta de qué desayuna. Domingos así traen contenidos atractivos, como un diálogo inteligente sobre el cine y la vida, o la interviú con el inconmensurable José Sacristán sobre la vida y el cine, en la que declara que se siente cercano al que pintó el bisonte de Altamira: «Si ya existe el bisonte, ¿para qué lo pintas? Si ya existe la vida, ¿por qué la representas? Bueno, para eso está el arte». Leí. También a una Rosa Montero de la que a veces me olvido después de cuarenta años de fidelidad y que me recomienda que nos juntemos más con las personas amadas, que hablar y abrazar más es bueno y, con contundencia que «No podemos entregar el mundo sin más a los malvados». Estuve a punto de lanzarme a la calle con ese eslogan. Desgraciadamente, la lectura no terminó ahí, en alto, en primera fila, sosteniendo la pancarta. Tenía que venir el del azulejo de los bares: «Hace un día estupendo, seguro que viene uno y lo jode». Muchas semanas pasa lo mismo en el semanario que leo y el runrún desabrido de un escritor de éxito que no debería quejarse de nada y escribe para quejarse de todo. Deja un poso amargo que dura lo poco que uno tarda en despasar las páginas y volver a los abrazos y a las chalotas. Ni mención vale. De relaciones: el otro día discutí dos veces con mi compañía telefónica. La primera vez se llamaba Carmen, luego terció Lucía, hasta que, finalmente, me enfadé con María Jesús. Creo que no eran reales y que todo formaba parte de un sistema diabólicamente sofisticado —más bien sotisficado— que atiende y soluciona nuestros problemas con algoritmos y circuitos ideados para hacerte creer que tras esos nombres hay personas como tú que compran la fruta en el mercado y sufren por estrés. La primera discusión terminó con una rebaja de veinticinco euros en la tarifa de la que no sé si tendré certeza algún día; de modo que será difícil dar las gracias a Carmen de una gestión que no sé si ha llegado a hacer Lucía.
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