Siempre me han interesado los trabajos escultóricos de mi paisano Juan Gila (Zafra, 1964), que expone, con las fotografías de Emiliana Pérez (Hervás, 1965), todavía este mes de agosto en la Sala de Arte El Brocense. He empezado por Juan por cercanía; pero Xenoficción es un proyecto común de ambos artistas. Esta mañana, al volver de la compra, he estado yo solo recorriendo las dos plantas de la sala y he comprobado que las dos propuestas —las fotografías impresas y las arcillas de cabezas y otras figuras— no solo dialogan sobre una reflexión en torno a la visión y el trato que tenemos sobre animales que nos sirven para experimentar, y otras cuestiones relativas a una bioética que comprendo pero de la que no sé nada. No solo dialogan, sino que se funden en las piezas de Juan que se muestran en las fotografías de Emiliana, y en cómo ambos se retratan para integrarse en un relato que culmina en un final inquietante. Para mí lo ha sido encontrarme con la figura de una niña actriz de un metro y treinta y cinco centímetros que me observaba en la oscuridad mientras yo veía la videoinstalación que corona esta exposición muy recomendable. Y tan a la mano de tantos de los que pasan sin entrar por la acera más cercana y concurrida que conozco a una sala de arte.
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