domingo, julio 11, 2021

Autorretratos de pluma y espada (y 2)

© Josep Lago (AFP)
La fotografía de Josep Lago que hoy publica El País en la página 35 de su edición nacional en papel me ha sugerido estas líneas, después de recuperar ayer unas notas sobre el montaje de Autorretratos de pluma y espada. Dramaturgas del Barroco en primera persona, de Karlik Danza, visto en el XXXII Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Todo el mundo comprende la metonimia de «pluma» por escritura que está en el título de la obra y que se repite en las notas presentativas de la compañía sobre su trabajo: «Su pluma como arma será el vehículo de expresión de sus opiniones frente a los tópicos establecidos por costumbre y la acción dramática se convierte en tesis para demostrar que la mujer es firme, que puede defender su agravio ella sola y por lo tanto no debe ser considerada débil ni mudable». Y así como esto es claro, también lo es que no hay metonimia —o a mí me lo parece— en el texto de la pancarta que exhibe el joven de la fotografía; sino un uso figurado extendido a toda una identidad sexual y no al significado restrictivo y de apariencia —nada militante, como es el caso— que la Real Academia tiene en su diccionario: «Afeminamiento en el habla o los gestos de un varón». Lo cierto es que distintas causas de polisemia han coincidido en ambas maneras, la de la compañía teatral y la del manifestante, de reivindicación muy actual y muy justa. La más artística la traje aquí ayer y la más palpitante en estos días la ha llevado hoy el periódico a un titular reafirmativo e indignado contra la homofobia: «La comunidad LGTBI dice basta». Por eso he escrito esto.

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