Ha sido leer hoy en un artículo de Manuel Vicent sobre las Notas para unas memorias que nunca escribiré, de Juan Marsé, la palabra «carcundia» y cuestionármela. El DLE de la RAE no la recoge. Tampoco está en el María Moliner. El Diccionario del Español Actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, como siempre, abre la posibilidad a un uso de «carcundia» como adjetivo que significa «carcunda o carca», y recoge testimonios de Miguel Delibes —en el Diario de un emigrante (1958)— y de Manuel Vázquez Montalbán —en Los pájaros de Bangkok (1983). Carcunda es un adjetivo despectivo que designa al carca, al carlista, a alguien de actitudes retrógradas. Sin embargo, Vicent no usa carcundia como adjetivo ni como sustantivo referido a persona o individuo, sino —«a la clericalla y a la carcundia»—, como sustantivo abstracto que no parece estar registrado en español. Así también lo encuentro en el título y en el texto de una reseña de un libro de Jaume Trilla (La moda reaccionaria en educación. Barcelona, Laertes, 2018) escrita por Laura Fontán de Bedout («Sobre la carcundia y otras antiguallas pedagógicas») en la revista Temps d’Educació, de la Universidad de Barcelona, en un número de 2019. Aunque carcunda es un préstamo del portugués —no sé cuántos portuguesismos hay en el español, y ojalá sean muchos—, de facundo, «facundia»; de jocundo, «jocundia». Y por qué no de carcunda algo así como carcundia. Carcundia.
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