jueves, octubre 01, 2020

Quino

© Quino

Fue un jueves, 6 de septiembre de 2007. Se entregaban en Cáceres los Premios Extremadura a la Creación, que se habían fallado en Badajoz en marzo. En la categoría de Premio a la «Mejor trayectoria artística de un autor iberoamericano» fue otorgado a «Quino», cuyos nombre y dos apellidos —Joaquín Salvador Lavado—, publicados a mediados de mayo en el Diario Oficial de Extremadura, pudieron llevar a alguna autoridad cultural de la consejería, que le saludaba poco antes del almuerzo, a no identificarlo como el creador de Mafalda. Cuando lo supo, se apresuró a encargar algunos ejemplares de las famosas tiras para solicitarle una dedicatoria. Y eso que el DOE sí mencionó su firma artística. Aquel fue el año del premio literario grande a Tomás Segovia, y el correspondiente a la mejor obra artística de autor extremeño al cantaor Miguel de Tena, y al mejor libro publicado por un escritor extremeño a Entre una sombra y otra, de Basilio Sánchez. También aquel año fue el del disgusto de José Miguel Santiago Castelo, Ángel Campos Pámpano o Luis Mateo Díez, entre otros, que lo expresamos por sentirnos poco apoyados por los nuevos responsables de Cultura de la Junta de Extremadura y por el mismísimo presidente Fernández Vara —que no acudió al almuerzo—, casi recién llegado al cargo, después del mandato de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que, creo recordar, no dejó de faltar a ninguna de las convocatorias de los jurados y de la entrega de aquellos Premios Extremadura a la Creación que en algunos casos se adelantaron a otros honorables galardones como el Premio Cervantes a Juan Marsé, a Juan Goytisolo o a Rafael Sánchez Ferlosio. En el del dibujante Quino, fueron siete años antes de que lo distinguiesen con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Tuve la suerte de conversar con el padre de Mafalda durante la comida de recepción a los premiados aquel jueves de septiembre de 2007, y de ayudarle como lazarillo debido a sus problemas de visión. Con él y con su esposa, Alicia Colombo, fallecida hace casi tres años; con la que urdí un plan para hacerle llegar una botella de un aguardiente casero de la Sierra de Gata a uno de sus tres domicilios, en Argentina, en España o en Italia. He recibido tarde la noticia de la muerte de Quino, y de inmediato me he acordado de aquellos momentos en Cáceres, y de su felicidad y su agradecimiento por estar en una tierra como la nuestra, que le reconocía su talento extraordinario. «—¿Y tú qué opinas de Machado?» es la pregunta que me ha venido a la cabeza y que yo todavía sigo haciendo como broma. Simplemente, para describir una tira de Quino que yo vi hace muchos años en la que Mafalda vaciaba por el pasillo de su casa la pasta del tubo dentífrico hasta llegar al baño, en donde estaba su madre frente al espejo, y alzando el tubo como si fuese un micrófono, le preguntaba, eso sí, «a la argentina», lo de Machado. Otra. «¿Nosotros llevamos una vida decente, mamá?» Y su madre responde: «¡Por supuesto!». Y la niña, después de cavilar, vuelve a su madre a preguntar: «¿Y hacia dónde la llevamos?». Gracias por tanto a Quino. Descanse en paz.

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