Esta mañana he leído en la prensa la noticia de la muerte del editor y escritor Manuel Arroyo-Stephens (1945-2020), y el hecho me motiva para recuperar el apunte de una entrada que debe de estar en la antesala desde hace tres o cuatro años. El que fuera fundador de las madrileñas librería y editorial Turner protagoniza una modesta historia personal nacida de mi biblioteca. Porque hay libros que son como esos aleros altos que acumulan, sin darnos cuenta, objetos, plumas, un pájaro muerto, canicas, unos palitos... Hasta que un día subimos al tejado para limpiar y encontramos allí restos de todo lo que el tiempo ha acumulado. Las ganas de subir al alero de mi biblioteca me llegaron hace años cuando leí una entrevista que Juan Cruz publicó en El País el domingo 1 de mayo de 2016 a Arroyo Stephens, autor de Contra los franceses, un libelo Sobre la nefasta influencia que la cultura francesa ha ejercido en los países que le son vecinos y especialmente en España (Madrid, Ediciones Turner, 1980). Yo había comprado en los ochenta un ejemplar de esa edición que no llevaba firma, que se publicó como un texto anónimo. No pongo en pie la necesidad que tuve de escribir a la editorial en diciembre de 1988 pidiendo algún dato más concreto sobre el extraño libelo; pero tengo la respuesta de Manuel Arroyo-Stephens en una carta mecanografiada de 26 de diciembre de ese año que, entre otras cosas, decía: «El autor del libelo es bastante perezoso, y aunque promete y promete no entrega la segunda parte, que tantos reclaman». Suponía, me decía, que tardaría un año, más o menos, en entregar la continuación —el libelo de 1980 terminaba con un «Fin de la primera parte»—; pero que en cuanto se publicase me haría llegar un ejemplar dedicado por «el supuesto autor». Me gustó averiguar de ese modo que Arroyo-Stephens era el autor de aquel libro, cuya continuación no llegó a enviarme, y que yo compré en una edición que casi nadie cita de Ediciones del Equilibrista —de los primeros años de la década de los noventa— que añadía como novedad en portada las iniciales M.A.S. y el añadido de cinco capítulos. Mi interés por el asunto volvió cuando leí un excelente artículo —como tanto de lo suyo— de René Andioc publicado en 1994 en el Hommage à Robert Jammes, en Toulouse, en el que citaba, aunque no la había visto, la edición del Equilibrista. «Justa repulsa de inicuas acusaciones» lo tituló, tomándolo de la obra de Feijoo, y fue una defensa con más enjundia y valor que aquel inicuo libelo al que más tarde el propio autor se refirió como un texto injusto o no comprendido. La historia editorial de Contra los franceses continuó luego, pues hubo una edición francesa en Éditions Exils, de 2015 (Contre les Français. De l'influence néfaste exercée par la culture française), con las iniciales M.A.S., en traducción de Philippe Thureau-Dangin, y, en 2016, ya con el nombre completo en cubierta y portada de Manuel Arroyo-Stephens, en la editorial Elba con una ilustración en la tapa de Miquel Barceló. Merece la pena detenerse algo en la reseña de la vida de este editor que Andrea Aguilar firma hoy en El País y en la necrología de la directora editorial de Alfaguara, Pilar Álvarez, que le conoció bien.
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