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Me remito a mis entradas del año pasado y de enero de 2017 para el asunto de la fecha. Felicidades, maestro. Este lunes, Juan Cruz publicó en El País «Las edades de Teresa», un artículo sobre Marsé y la vigencia de su gran novela, la que ganó el premio Biblioteca Breve en 1965. En él alude a su potencia narrativa, al desgarro y a la paciencia de la escritura, inherentes al oficio de este barcelonés de 1933. Siempre que he propuesto a mis alumnos —con prueba evaluable, eso sí— la lectura de esta obra, me ha interesado mucho su opinión sobre si les resulta vigente; y la respuesta afirmativa ha sido unánime. Felicidades. Con dedicatoria al maestro, contaré que hace unas semanas, ya el pasado año, un amigo me envió desde Montreal su ejemplar de la primera edición de Si te dicen que caí (Naucalpan de Juárez, Estado de México, Organización Editorial Novaro, 1973), un desastre que ni siquiera el autor pudo ver en pruebas, lleno de erratas y de errores; pero, en definitiva, una joya para un coleccionista que mi amigo no imagina cuánto le agradezco. Y contaré también, en dedicatoria al maestro, que ayer mismo me encontré en la calle, al lado de casa, con un escritor de aquí que me dijo que quería preguntarme algo sobre «nuestro queridísimo» Juan Marsé. Esto no es normal. A mí que no me digan. Yo iba cargado con bolsas de vidrio y plástico para reciclar, y por cima del culo con los primeros achaques de una lumbalgia que ahora combato en reposo sobre un escritorio en el que me gustaría reproducir aquella luz encrespada o la transparencia erizada y engañosa —de Caligrafía de los sueños (2011)— de una calle cualquiera pero en cuesta abajo, más soportable. Vamos, que va mi amigo y me dice que a mí qué me parece que el texto pórtico de Últimas tardes con Teresa cuente el final de una verbena y que la novela comience un día de verbena, la noche del 23 de junio de 1956. Yo le dije que tuviese en cuenta que la verbena del principio no era una verbena popular, sino una fiesta en un jardín con piscina en el barrio de San Gervasio. Pero al final es una verbena más. Y es determinante. Eso, que felicidades, maestro.
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