TACTO de sombra o de ceniza, bien
lo sabes, es esta urgencia de decir lo efímero.
El poema retiene lo más simple,
lo más inesperado, y nos devuelve
el límite borroso de otra vida
que empieza siempre ahora.
Escribir un poema es entonces
una lenta paciencia que quisiera,
desnudadas las manos, reponer lo que falta,
abandonarse sin más a lo que nace
tan sólo para el sueño, al fragor
de la sangre trenzada que resiste
como quien obedece a una primigenia,
pura, fascinación.
(De La voz en espiral)
Once años ya con la nostalgia y la pesadumbre ocupando su lugar. Menos mal que el hueco en el corazón lo llena ahora en casa el espacio en el que tengo todos sus libros. Hoy también he leído sus poemas. El de arriba es el cuarto de la primera sección de aquel libro de 1998, una sección titulada «La voz abandonada dondequiera» compuesta por siete textos cuyas letras iniciales forman en el índice, a manera de acróstico, la palabra POÉTICA. In memoriam Ángel Campos Pámpano (1957-2008). De su amigo.
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