Yo no voy a llevarle flores a su modesto nicho. Yo me acuerdo de ella siempre y ahora me gustaría que reviviese en aquella persona tan bondadosa que me acogía cuando yo lo necesitaba, por una tontería terrible, como un rasponazo en una rodilla mientras jugaba en la calle con el mundo infantil que era la vida. Tenía anotado aquí un poema de Luis Rosales para una futura entrada de la serie «Glorias de Zafra» que yo creo que tomé de sus Rimas (1951): «Y escribir tu silencio sobre el agua». El poema lleva un epígrafe con un verso de Unamuno («Solo florece el agua que está queda») y termina así: «[…] no sé cómo/voy a llegar, buscándote, hasta el centro/de nuestro corazón, y allí decirte,/madre, que yo he de hacer en tanto viva,/que no te quedes huérfana de hijo,/que no te quedes sola allá en tu cielo, /que no te falte yo como me faltas.»
Pero, bueno, Miguel, no me hagas estas cosas con mamá, hombre, que pierdo el pie y me entra el soponcio. Un beso fuerte, recién hablados.
ResponderEliminarSí, recién hablados. Un beso, hermano.
ResponderEliminarHermosa foto que transmite alegria... me quedo con eso y el recuerdo que se lee.. saludos...
ResponderEliminarCómo entiendo y comparto esta entrada yo, que hace veinte años que me falta la mía...
ResponderEliminarSaludos cordiales, Miguel.
Gracias, JLO; gracias, Sandra.
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