De haber incorporado etiquetas a este blog, una de ellas —por fortuna no muy cuantiosa— podría llevar el rótulo de «Dolencias», y me traería recuerdos de una rotura del manguito rotador, de una artritis reumatoide o de una fascitis plantar que quisieron sojuzgarme casi siempre por las mismas fechas de finales o de principios de años diferentes. Como en estos días de enero, baldado por una lumbalgia a la que me gustaría encontrar algún eco literario de un personaje de novela rusa; y, sin embargo, lo más ilustre que me trae cuando me levanto es al Quasimodo de Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo. Lo que no me imaginaba era que iba a toparme con la lectura, en aquella sección de «Revista de Revistas» que redactaba Fernando Araujo en La España Moderna de Lázaro Galdiano, con un artículo sobre supersticiones calabresas —sí, y dentro del curioso epígrafe «Psicología Étnica»— en el que se dice que «El lumbago se cura extendiéndose en la cama y dejándose pisar en la región lumbar por una mujer que haya tenido gemelos» (La España Moderna, t. 187, julio de 1904, pág. 195). El artículo concluye que en la mayor parte de los casos, si hay curación, es debida a la sugestión exclusivamente por la acción de lo moral sobre lo físico; pero como también señala que en algunos de estos remedios empíricos existe una base científica que explica su acción curativa, si persiste el dolor, voy a poner un anuncio.
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