Recibo de mi colega en la Universidad de Valladolid (UVA) María Jesús García Garrosa la triste noticia de la muerte este jueves pasado, 1 de noviembre, de Rosalía Fernández Cabezón, a los 59 años. Era profesora de Literatura Española en el Departamento de Literatura Española, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la UVA y la conocía desde mis primeros pasos en la docencia y en la investigación filológicas. Fue en abril de 1988, en el cuarto encuentro «De la Ilustración al Romanticismo», que todavía siguen celebrándose en Cádiz, cuando coincidimos, y ella llegó con su compañera de departamento Irene Vallejo, con la que casi siempre, durante treinta años, la he asociado. Tanto, que hoy, al recibir la noticia, he marcado su número de teléfono para darle el pésame. Tenía «un corazón inmenso», me ha dicho Irene, que sabe mucho de pérdidas y que, por eso, me dice también, «hay que seguir», que no vale rendirse. A Irene Vallejo, «mi maestra y amiga», dedicó el último trabajo que yo le escuché decir a Rosalía en el salón de actos de la Biblioteca Central de la UEX en Cáceres, una ponencia en un congreso sobre el dramaturgo dieciochesco Vicente García de la Huerta, en la que habló de mi paisano como crítico teatral —y de la que proviene la foto, de marzo de 2015. Compartí con ella muchos momentos, también con su marido Pablo; y también en Cádiz muchos años después de aquel primer encuentro, hace casi nada; y qué lástima que se haya ido sin darme la receta de la que tanto me habló del pastel de cabracho que ella, montañesa, decía que le salía extraordinario. Así era Rosalía, enérgica y activa, de una vitalidad contagiosa que ahora suena, sin ella, a embuste, a una de las trampas que nos pone, nadie sabe cómo, esta vida. Da igual, me he acordado de lo que leí ayer en una columna de Manuel Vicent en El País sobre su querido Álvaro de Luna: «la inmortalidad es ese don que los dioses depositan en la memoria de los amigos». Sabía que un día de estos iba a utilizarla, y por eso la copié en mi cuaderno; pero no quería que fuese tan pronto. Un beso, Rosalía.
Leo esta noticia cuando casualmente estoy trabajando sobre aquellas comedias de "lances y batallas" que tan bien estudió: tengo ahora mismo su libro como referente en mi escritorio. Una triste noticia, sin duda. Mi más sentido pésame para sus familiares y amigos.
ResponderEliminarPrecioso recuerdo de una amiga, profesora e investigadora que nos ha dejado demasiado joven. He aprendido mucho de ella.
ResponderEliminarGracias, David. Precioso es que tú la evoques también en estas líneas. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Alberto, por dejar tu comentario aquí. Llegará a sus familiares y amigos.
ResponderEliminarGracias, Miguel Ángel. Yo no he podido escribir nada, me ha afectado mucho, como comprenderás, y no me encajaban las palabras.
ResponderEliminarYa supongo, Pedro; ha sido un golpe duro. Te mando un abrazo grande desde esta página de resistente.
ResponderEliminarSiento su perdida ..me entero hoy....fuy compañera del colegio San Vicente de Paúl...Laredo Cantabria....años después la veo en la playa de Laredo y sus niños....un beso a sus hijos y marido...siento mucho su perdida siempre la recordaré...era muy.buea persona
ResponderEliminar