domingo, septiembre 09, 2018

Un cadáver exquisito

Ayer acudí a ver en el Teatro Maltravieso Capitol el espectáculo de Estudi Zero Teatre Un cadáver exquisito, sobre textos dadaístas, que se estrenó hace un par de años para conmemorar el centenario de la fundación del movimiento Dadá en el Cabaret Voltaire de Zúrich en 1916. Estudi Zero es una compañía y escuela de teatro de dilatada trayectoria —me contó anoche Isidro Timón que llevan remontando uno de sus primeros trabajos, La cantante calva, de Ionesco, desde hace tres décadas— y se nota esta experiencia y esta sabiduría en la muy trabajada propuesta que han hecho, difícil de ejecutar cuando el referente objetivo de un texto convencional se pierde, como es el caso. De ahí que la música, las imágenes proyectadas sobre el foro, el extraordinario juego de la tela elástica, el movimiento de los actores, el vestuario colorista, sugerente, la expresión gestual, todo muy bien trenzado, sostengan un divertimento teatral de gran calidad en el que sobrevuela la palabra histórica, plural y compartida de un Hugo Ball y su poesía fonética, de un pionero como Georges Ribemont-Dessaignes o del mismísimo y principal Tristan Tzara y su diálogo El corazón a gas, que es una de las bases de las que parte el texto de Un cadáver exquisito; y no en vano los seis actores se corresponden con el número de personajes de ese texto (Ojo, Boca, Oreja, Nariz, Ceja y Cuello). A la salida, compartí con Luis Molina (La Almena Producciones) la satisfacción por haber visto algo que no se suele ver en estos tiempos; un espectáculo difícil, radical y antiartístico —sin zapatillas—, del aire de aquellos —decíamos— que hace veinte o treinta años veíamos con frecuencia y con una naturalidad que casi diría que era ideológica. En una más que voluntariosa recreación de cierto ambiente antiguo de vanguardia, los actores te reciben en la sala y te invitan a pasar al ambigú para tomar un vasito de absenta y, minutos antes de que empiece la función, departir con ellos junto a alguna simulación de poemas dadaístas —ya se sabe: lo de coja un periódico, coja unas tijeras, recorte...— para abrir boca a una proposición digna de verse. Enhorabuena.

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