Fue lamentable, la verdad. La fotografía que tomé en el acto de Madrid el pasado jueves 26 lo dice todo. Joaquín Álvarez Barrientos, presidente de la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, y Francisco Aguilar Piñal en la mesa, sin acompañamiento de ninguna autoridad del Ayuntamiento de Madrid, en la Casa de la Villa —en el Patio de Cristales de ese antiguo edificio coronado por los bustos de personajes como Lope de Vega o Calderón de la Barca —, en donde se convocó la presentación del monumental libro en cuatro volúmenes Madrid en tiempos del «mejor alcalde». Allí estábamos, una de sus hijas, su familia, su editor, buena parte de la junta directiva de la SEESXVIII y algunos amigos y compañeros, como Pilar Martínez Olmo, la directora de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC en donde tantos años, en su sede de la calle Medinaceli —ahora en Albasanz—, cuando era Instituto «Miguel de Cervantes» y más, trabajó Aguilar Piñal en su impagable Bibliografía de Autores Españoles del Siglo XVIII (1981-2001). Después de la presentación de Álvarez Barrientos, en la que destacó la importancia de la obra de Aguilar Piñal, el homenajeado leyó un texto que había preparado para que lo escuchase la alcaldesa de Madrid —que había anunciado su asistencia—, en el que dio datos de la importancia de la capital en el siglo XVIII, y, sobre todo, en los años del reinado de Carlos III —1759-1788—, sobre el número de sus gentes, sobre su alimentación, su abastecimiento, su actividad teatral y de ocio —botillerías, mesones, prostíbulos—, y sobre cómo deberían corregir los folletos turísticos que muestran un «Madrid de los Austrias» que debería ser el «Madrid de los Borbones» si se quiere ser riguroso con los hechos, los monumentos y las fechas. Francisco Aguilar Piñal, «Paco», leyó su texto muy emocionado —su esposa Margarita falleció hace unas semanas— y nos encogió el corazón en varios momentos de su discurso —cuando aludió a Cataluña, a que este libro era el final de su trayectoria, y cuando se detuvo para decir que es duro hacerse viejo. Por eso fue tan desagradable que este investigador, este estudioso del Madrid dieciochesco al que le han publicado su libro en Sant Cugat (Editorial Arpegio), estuviese tan desasistido de apoyo institucional en la ciudad en la que vive y ha trabajado toda su vida. Fue lamentable, la verdad, y una satisfacción estar allí, acompañándole.
Qué saben estos políticos de cultura, de corrección académica y de saber estar.
ResponderEliminarMiguel Ángel Lama, más que dieciochista es un ilustrado, al modo de Jovellanos, que no se muerde una verdad. Aplaudo su incondicional elogio de la obra de Aguilar Piñal, maestro de investigadores, generoso compañero y gran ser humano, y admiro el decoro del Dr. Lama denunciando la desidia de la Sra. alcaldesa Carmena que, no solo no asiste, como debía, al acto, sino que ni siquiera se excusa. Y tampoco tiene la educación y buen tino de enviar a una persona cualificada para que la represente a ella y a la Corporación del municipio al que el Profesor Aguilar Piñal dedica su estudio. Sí, Miguel Ángel, lamentable equipo municipal el de Madrid. Pero no el acto. La inverecundia de los demás (incluso si están "arriba"), no nos atañe a las personas decorosas que cumplimos honestamente con nuestro trabajo y compromisos.
ResponderEliminarY esa Mesa, con Joaquín Álvarez Barrientos y Francisco Aguilar Piñal, es, por si sola, un hermoso compendio de lo mejor de la España del cincel y de la maza. Solo ellos ya nos representan a todos. No falta nadie.
Otra vez, políticos y cultura. Su relación, un oxímoron.
ResponderEliminarQuerida Lola:
ResponderEliminarGracias por tu comentario, que el blog «cogió» en la primera entrega. (Esta tecnología es muy elemental). Tienes toda la razón —la Razón— en que estuvimos muy bien representados por el premiado Aguilar Piñal y su acompañante y presentador, Joaquín Álvarez Barrientos. Sea. Me alegra leerte por aquí. Abrazos.