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Llevamos varios años haciendo de septiembre una costumbre de buscado sosiego en parajes distintos, casi siempre marítimos. Una especie de estímulo en forma de viaje sin mayor trascendencia para afrontar el curso. Miramos lo que para los demás es cotidiano y rutinario como algo único, no tanto por su naturaleza o por sus caracteres, sino por cómo los afrontamos, cómo nos valen en cortos días de largos paseos sintiendo el agua en los pies y de ratos provechosos para otro tipo de alimentos. A veces rodeado de escasos alicientes para fomentar el espíritu, me siento aquí como un extraño, una especie de raro visitante que lleva unos periódicos bajo el brazo. Leyendo a Álvaro Valverde, que escribió en otro sitio: «No es preciso partir para sentirse / un desterrado, un extranjero. Basta /con apartarse un poco de los otros, /con no participar de sus costumbres,/con ejercer sin más de solitario /por mucho que te arrastre esa marea /de pequeñas o grandes multitudes» (de «Destierro», Plasencias). Yo sí he partido a un lugar distinto; aunque no distante, y por escaso tiempo.
¿De dónde es la foto, Miguel Ángel?
ResponderEliminarEn el mismo sitio que la entrada de septiembre de 2015, y la de 2013: Chipiona.
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