viernes, agosto 25, 2017

Mujeres

A Sofía Tato Pajares (1975-2017)
Una de mis lecturas indirectas es la de Clarice Lispector, y uno de mis momentos preferidos de este modo de llegar a una obra fue la extraordinaria y singular biografía Teresa de Jesús que escribió Olvido García Valdés (Barcelona, Ediciones Omega, 2001), publicada en la colección «Vidas literarias» dirigida por Nuria Amat. En uno de sus descansos, que son como apuntaciones fechadas de lecturas, con los que se cierran algunos de los capítulos, Olvido transcribe unos fragmentos de «Tanta mansedumbre», de Clarice Lispector, incluido en el volumen Silencio (Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1995), traducido por Cristina Peri Rossi, que quiero recordar: «Pues en la hora oscura, tal vez la más oscura, en pleno día, ocurrió esa cosa que no quiero siquiera intentar definir. En pleno día era noche, y esa cosa que no quiero todavía definir es una luz tranquila dentro de mí, y la llamaría alegría, alegría mansa. Estoy un poco desorientada como si me hubieran arrancado el corazón, y en lugar de él estuviera ahora la súbita ausencia, una ausencia casi palpable de lo que antes era un órgano bañado de oscuridad, de dolor. No estoy sintiendo nada. Pero es lo contrario del sopor. Es un modo más leve y más silencioso de existir. […] Voy entonces a la ventana, está lloviendo mucho. […] Sólo eso: llueve y estoy mirando la lluvia. Qué simplicidad. Nunca creí que el mundo y yo llegáramos a este punto de acuerdo. La lluvia cae no porque me necesite, y yo la miro no porque necesite de ella. Pero nosotras estamos tan juntas como el agua de lluvia está ligada a la lluvia. Y no estoy agradeciendo nada. Si, después de nacer, no hubiera tomado involuntaria y forzadamente el camino que tomé, yo habría sido siempre lo que realmente estoy siendo: una campesina que está en un campo donde llueve. Sin siquiera dar las gracias a Dios o a la naturaleza. La lluvia tampoco da las gracias. No hay nada que agradecer por haberse transformado en otra. Soy una mujer, soy una persona, soy una atención, soy un cuerpo mirando por la ventana. Del mismo modo, la lluvia no está agradecida por no ser una piedra. Ella es la lluvia. Tal vez sea eso lo que se podría llamar estar vivo. No es más que esto, sólo esto: vivo. […]» Me pregunto cómo escriben las diosas ahora que leo que Clarice Lispector escribía como una diosa. No tengo que preguntarme por qué, en momentos como este y viviendo en una sociedad como esta, me siento más cerca de todos estos nombres de mujeres: Clarice Lispector, Olvido García Valdés, Nuria Amat, Cristina Peri Rossi, Teresa de Jesús, Sofía Tato Pajares.

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