Hay semanas en las que leo más páginas inéditas que textos ya publicados. Debe de ser lo más parecido al oficio de editor. Novelas y libros de poemas impresos en folios y encuadernados en canutillo, tesis doctorales... ocupan buena parte del tiempo de un profesor que, además, puede leer también originales de premios literarios en los que participa, libros de amigos y trabajos de fin de máster o de grado. Uno siempre tiene que compaginar estas lecturas inducidas con las elegidas; pero las primeras pueden ser de libros ya publicados para los que alguien solicita una reseña o un comentario. Yo me refiero ahora a esas páginas que también hay que leer por razón profesional, pero que no ven la luz, y, si la ven, es tan escasa que casi no tienen eco; y tu lectura, pasado el tiempo, resulta ser algo así como un acto secreto e invisible, sin trascendencia alguna. Pero de enorme importancia, a mi parecer. Por esto, a veces sonrío cuando me preguntan si he leído la reciente novela de — valga el caso— Fernando Aramburu. (Excelente, dicen lectores de los que me fío). Mi ritmo de lectura es otro. Alguien diría, para no provocar, que es un modo de lectura que intenta ser honesto —en el que la completitud es el colmo de la honestidad—; pero yo digo que mi modo es otro, más lento, simplemente. Y por esto mismo, a veces reparo en que aún no he leído las obras completas de Teresa de Jesús y que sigo posponiendo la de Le Père Goriot —dos gotitas en una inmensidad— y me invade el desasosiego de arrojar al jodido contenedor de papel tanto folio en canutillo. Nunca lo hago. Ni lo haré. Modos de lectura, en fin.
Comparto el humor. Y desde él, el leer con salud. No al ritmo de novedad o de lo que marquen los medios o los otros.
ResponderEliminarHace nada acabo de disfrutar y hasta emocionarme con una novela que el año pasado cuando la compré -uno de tantos libros pendientes- creí que era mala y la abandoné pasadas unas páginas. También cada libro tiene en nosotros un momento. Hay que esperarlo (o ir a por él). Muchas veces con empezar a leer es suficiente. Pero no siempre hay esa química de empaparse y fluir con el libro.