sábado, junio 04, 2016

Defensa de 'Puzle'


Luis Sánchez, jefe de estudios de la ESAD de Extremadura, me lo explicó en un patio de butacas que iba llenándose a medida que se acercaba la hora de la función. Me destacaba la importancia como prueba de adquisición de competencias de este «taller» que, con la tutela académica de Andrés Mata, iba a presentar en unos instantes el alumno Isidro Timón en forma de un montaje teatral que no tuvo tanto de ejercicio escolar. Una obra de teatro que, con los retoques necesarios, habría que mostrar a más público. Y eso que este estreno llenó el martes el patio de butacas y buena parte de los palcos y del anfiteatro del Gran Teatro de Cáceres. Del texto al gesto. Puedo volver a decirlo porque leí hace más de dos años una primera versión de Puzle, que he podido releer ahora con bastantes modificaciones, y que ha sido la base de esta espléndida demostración de capacidades en muchos de los lados de la formación de los alumnos de una escuela de arte dramático. Pero no hay comparación entre la lectura sosegada y tranquila, tomando notas para hacérselas llegar a quien tácitamente te lo pide, y una representación tan completa, tan sugerente y tan demostrativa como la función del martes en el Gran Teatro. Lamenté que se levantasen dos chicos que se habían sentado a mi izquierda y que sus sitios los ocupasen dos señoras mayores que a cada rato hacían algún comentario como «—Otra vez. Esta parte es la más aburrida», cuando las entradas del Eco —un coro— con la lectura de los titulares de prensa con noticias relacionadas con los desahucios; o «—No se oye nada», en las escenas de Mario y Ella, interpretados por Rubén Lanchazo y Amelia David, sobresalientes. No se oía, claro, porque la señora no paraba de decirlo en voz alta. Miguel Timón Manzano, muy atento en la fila anterior, miraba hacia atrás a la mesa de sonido, como pendiente de que todo saliese bien; y a las señoras impertinentes. Se oía y se veía bien un espectáculo bien concebido, bien dirigido y bien interpretado, que, por su configuración en cuadros, no se hizo largo; pero que debería acortar la hora y cuarenta minutos que duró. La lectura de la prensa mientras los actores «avanzan lentamente» ralentiza en exceso un efecto contundente que no necesita más énfasis. Y quizá algunas transiciones podrían abreviarse, aunque el otro día debían de haber tapado toses con música bien alta, ya que el público sigue sin venir tosido de casa. Puzle, el otro día, fue algo más que un trabajo de fin de estudios. Fue un rato de afección social en lo que duele de una actualidad muchas veces frívola o deportiva, en el que el teatro nos devuelve alguna que otra vergüenza que toma el nombre de un desahuciado o de un niño encontrado en una maleta —Adou, se llamaba, ocho años. Vuelvo al escenario y veo una interpretación excelente de un grupo numeroso. Además de los citados, los tres policías: Luis Prieto, Juan Vázquez y Jorge Barrantes. El lotero: Javier Herrera. Rosa: Rakel Jiménez. Hija: Irene Hernández. Directora del banco: Guadalupe Hernández. Vecina: Cristina Martín. Clienta: María Serrano. Ninette: Anna Picornell, que canta y cierra una obra con la rúbrica del director. Y vuelvo al patio de butacas. No se sumaron las dos señoras a los aplausos que se arrancaron al terminar algunos de los cuadros o piezas de este puzle en el que todo encaja al final para demostrar el sinsentido de la vida de un hombre que «estaba hecho de agua, era transparente y sus pies recorrían un camino recto, acariciando la tierra, siempre hacia el mar. Él decía que el mar era verde como los ojos en los que se miraba cada mañana, al despertar». Esto es ese pespunte lírico y poético que tiene casi siempre lo que en teatro hace Isidro, un rasgo reconocible, como asociar siempre la figura de un padre a un libro. Por eso lo de la rúbrica. Calificación del ejercicio: Matrícula de Honor. Que tome nota el bueno de Luis Sánchez, jefe de estudios de la ESAD.

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