martes, diciembre 22, 2015

De libros prohibidos. Cartel, 1560


El año pasado fue la «estampa letífica» de la imagen de la Virgen de la Salud de la Parroquia de San Isidoro de Sevilla con su «Salus infirmorum». Ediciones de la Imprenta Memoria Hispánica, esto es, José Manuel Martín y Víctor Infantes desde Gráficas Almeida de Madrid, se superan cada año cuando envían sus estrenas y aguinaldos. Parece difícil —cree uno cuando la entrega llega puntualmente por estas fechas. Y cuando uno, cada año, se afana en la descripción del regalo. El de estas navidades lo supera todo por su formato imposible. Un cartel de 95 centímetros, plegado para dar en una de sus formas seis páginas que ofrecen portada y colofón, provisión, ilustraciones y nota referidas a la obra de que se trata: Cathálogo de los libros que se prohiben, ansi en latín como en romance, por mandado del Ilustríssimo y Reverendíssimo señor Arçobispo de Sevilla, Inquisidor General de España y de los señores del supremo consejo de la sancta General Inquisición (Valladolid, Sebastián Martínez, 1560). ¿Cómo imprimir una hoja de más de un metro de altura en 1560? Es fácil, pues se trata de tres hojas «pegadas una a continuación de la otra para ofrecer una plana (aparentemente) uniforme de poco más de un metro de superficie impresa. Es un prodigio de ajuste tipográfico para hacer coincidir las últimas líneas de cada hoja con las primeras de la hoja siguiente». Así se describe el prodigio en la provisión, esto es, la prevención o noticia introductiva que firman Ana Martínez Pereira y Marcelo Grota, que llaman a esto «poster de la intolerancia». Está bien puesto el nombre a esta pieza rarísima (1030 x 500 mm) que se conserva entre los fondos de The Houghton Library (Universidad de Harvard) desde 1948. Este cartelón fue una consecuencia material —milagrosamente conservada hoy— de la Pragmática sobre la impresión de libros de 1558 —cuyo facsímile publicamos en 1999 en la Unión de Bibliófilos Extremeños con nota preliminar de Víctor Infantes—, y también del Catálogo de libros prohibidos de Fernando de Valdés de 1559, que ordenaba que los libreros y mercaderes de libros tuviesen «en parte pública donde se pueda leer y entender» una lista de aquellas lecturas infames. Prodigioso es que en estos tiempos haya personas con la sensibilidad de Víctor Infantes para promover estas maneras de recuperar la memoria impresa de una cultura imponente. Felices fiestas.

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