Hace pocos días llegó a la Facultad un ejemplar del suplemento especial de noviembre de 2015 de
El Nostre Ciutat, de Alcoy, dedicado a Ricardo Senabre (
Ricardo Senabre. El valor de la palabra), con motivo de
la concesión a título póstumo el pasado 13 de noviembre al crítico y profesor de la Medalla de Oro de la ciudad de Alcoy y del Laurel de Oro de la Universidad de Alicante. Gracias a José Luis Bernal, que, como decano de mi Facultad recibió el ejemplar, y a Antonio Salvador Plans, que me lo ha dejado, he leído la treintena de páginas del suplemento y la edición especial de un breve ensayo inédito de Senabre titulado «Claves de Antonio Machado», que se ilustra con un par de reproducciones del manuscrito del que se extrajo, cedido por la familia de su autor. «Era uno de los nuestros» escribe Ramón Climent, director de
El Nostre Ciutat en el texto que abre un suplemento en el que colman debidamente el reconocimiento institucional el rector de la Universidad de Alicante, Manuel Palomar, y el alcalde de Alcoy, Toni Francés; y en el que hay un álbum fotográfico nunca publicado —con fotos de su orla universitaria, como alférez en el servicio militar, de su boda con Marcela López, retratos con sus hijos, con sus nietos...— y una serie de instantáneas más conocidas con otras informativas del acto del homenaje, que va ilustrando los escritos principales: el de su hijo David —«Meditaciones sobre mi padre»—, una emotiva semblanza que se abre y se cierra inevitablemente con la apelación en forma de carta al padre, siempre ahí; el de Ángel L. Prieto de Paula, con su
laudatio al profesor con motivo de la concesión del galardón de la Universidad de Alicante («En hombres como el profesor Senabre entendemos por qué las letras con que registramos el mundo son también las armas con que lo conquistamos; por qué, en definitiva, una ocupación intelectual puede terminar convirtiéndose en una propuesta moral: eso nos dijo, eso nos enseñó»). Están también en el suplemento la republicación de una entrevista que le hizo el periodista Ximo Llorens para el periódico
Ciudad en 2010 («Me gusta Alicante, es la ciudad más grande de la provincia de Alcoy») y la evocación de Josep Sanus, que fue alcalde de Alcoy, del primer encuentro
oficial con Senabre en 1994 («Su padre, militante que fue de UGT en la Segunda República, tras la contienda, fue condenado por el tribunal franquista a pena de muerte, conmutada ésta por el destierro de Alcoy simplemente por su actividad sindical»). Y están los textos de Mª Jesús Mancho, de la Universidad de Salamanca, Luis María Anson, Blanca Berasategui, el escritor Lorenzo Silva, el crítico Ángel Basanta, José Manuel Corredoira Viñuela, que escribe sobre un inhabitual «Senabre y el teatro», Josep Lluís Santonja, director de la Biblioteca y del Archivo Municipales de Alcoy, y Antonio Campesino Fernández, mi compañero de Facultad, geógrafo, que evoca al Senabre de los años cacereños, los que yo conocí principalmente. El extra sobre Machado aborda una nueva inmersión en la escritura del autor de
Campos de Castilla, un libro que según Senabre representa un punto de inflexión en su evolución desde lo libresco a lo confesional. A sus lectores sonarán sus argumentos, más recientemente recordados en su
El lector desprevenido, cuando habla del sujeto lírico en la poesía de Antonio Machado; pero vuelve a ser un placer la lectura de esta manera de leer.