lunes, diciembre 29, 2014

Glorias de Zafra (VI)

Galicismos caseros. Aquellas palabras nos las traía mi madre de la punta de la lengua y de más allá de la de los Pirineos. Ella, naturalmente, no sabía hablar francés; pero sí cómo incorporar al lenguaje cotidiano las palabras importadas de un más allá que tenía en sus años el límite del mapa de las escuelas. Yo creo que en todos los casos ella intuía que usaba vocablos ennoblecidos por venir de fuera; pero sin conciencia del préstamo. Hoy yo los oigo y utilizo como si fuesen lo más castizo de nuestra manera de hablar en casa. Un mueble, un adorno, una música o una bebida se personalizaban con esos nombres que al poco tiempo de uso se incorporaban a nuestra koiné doméstica. El sinfonier del paso, el broche que era joya apreciada, el popurrí de alguna actuación de Manolo Escobar o el cuantró (cointreau) que mi madre añadía a la macedonia de frutas sin miramiento sobre la edad de quienes la consumíamos. Aquello era un sucinto glosario de la vida ordinaria que iba de la decoración al ocio y de la mesa a la solapa de un chaquetón que mi madre se ponía los domingos, el único día de la semana que ella no cogía la aguja del croché, una más de las del punto.

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