En un libro de prosas luminoso y extraordinario de Philippe Jaccottet, de 1957, y publicado por primera vez en España por Cuatro-Ediciones hace nada, en 2011, en traducción de Rafael-José Díaz, hay un diálogo entre El otro y Uno en el breve texto que da título a todo el libro, El paseo bajo los árboles, en el que Uno dice que tiene que haber una razón para nuestra felicidad bajo estos árboles. En el fantasmal y rousseauniano paseo de ambos, El otro escucha a Uno cómo habla de la luz como una fuerza inaudita. En otro momento de su obra, Jaccottet escribe sobre el hecho de nombrar las cosas visibles y de cómo ese hecho creaba entre su mente y el mundo "una relación tierna y luminosa, gracias a la cual el mundo dejaba de serme hostil o incluso simplemente de escapárseme para convertirse en fuente, morada y tesoro" (pág. 90). La sensible percepción de este escritor suizo vuelta a leer en un libro como el que nos ofrece Rafael-José Díaz me ha servido en estas horas para desear que todos los días, sin marcas de finales ni principios, sean una celebración de lo valioso que como humanos tenemos: sentimiento y razón. Feliz 2013.
lunes, diciembre 31, 2012
viernes, diciembre 28, 2012
Un palco sobre la nada (II)
Decía que el tiempo es en Un palco sobre la nada el objeto del pacto con el lector, como en toda novela de anticipación (otro nombrecito). Está montada sobre trece capítulos cuyos títulos componen en el índice una suerte de resumen poético del relato que termina en dos secuencias de engañoso utopismo ("Imagine" —la canción de John Lennon— y "Un canto a la vida"); y está escrita en un estilo efectivo, sin artificio, y con un peso muy importante de los diálogos, muy bien dichos, naturales, dentro de lo que cabe en personajes de 2207. Un futuro, sin embargo, demasiado cercano, a juzgar por los últimos acontecimientos: "En 2207 la medicina se había puesto de parte de la gente que podía permitírsela: Viva usted su posteridad, repetían las consignas publicitarias." (pág. 12). Pero futuro, al fin y al cabo; construido en un empeño loable de costumbrismo literario del siglo XXIII en el que al personaje narrador "la comunicación por medio de sonidos puros, en un tiempo que había superado hasta la imagen" se le hace demasiado tosca (pág. 46); en donde un personaje llamado Google ironiza "poniendo en funcionamiento las clavijas que le fabricaban la sonrisa" (pág. 273); en donde existen escáneres de sentimientos (pág. 207), transfusiones de sangre diaria (pág. 109), tarjetas orgánicas (pág. 285) e imágenes de un juego de alimentación cardiaca en la que los plátanos saltan del sombrero de Carmen Miranda, crecen y se dispersan hasta ocupar todos los rincones de la pagoda (pág. 247). Exigencias de un guión novelesco de enjundia, en el que Alonso Guerrero hace suyas las palabras que pone en boca de su personaje: "Ya nadie escribe, pero la escritura, los libros, aunque sea en soportes que restan veracidad a las palabras, siguen dando refugio a los insaciables" (pág. 13); y justifica su labor al tiempo que nos da una clave de la elección de la perspectiva: "El progreso es mirar al hombre lo más lejos posible" (pág. 91). En fin, creo que ésta es una de las novelas más ambiciosas de Alonso Guerrero y también creo que pervivirá como un producto de época, que propuso su denuncia de la dificultad cada día mayor de avances morales en un mundo cada día más deshumanizado. De ahí las constantes alusiones a un pasado remotísimo que es en la acción novelesca nuestra era actual, en un ejercicio de nostalgia con el telón de fondo de la escritura y su pérdida: "La historia se ha muerto ella sola, por inanición. Ya no acontece, ni se contempla. Nadie registra acontecimientos. Nadie la cuenta en bellas narraciones, como antaño" (pág. 306). Canciones como Blowin'in the wind de Bob Dylan, libros como El guardián entre el centeno de J. D. Salinger y uno de sus lectores, David Chapman, películas como El Mago de Oz o Doctor Zhivago,y una de sus actrices, Julie Christie, versos como los de Robert Browning, tan presentes en una novela como Un guijarro en el cielo, de Isaac Asimov, otro invitado a este festín profético —decía Gonzalo Hidalgo en la presentación en Cáceres de esta novela que apenas tiene raíces en la literatura nacional—; y este desfile de cachivaches de nuestro tiempo por las páginas de un libro que mueve a pensar. Que, aunque sea mal, es bueno.
jueves, diciembre 27, 2012
Un palco sobre la nada (I)
Imagen de cubierta: Manuel Acedo
Voy a necesitar más de un apunte para hablar de Un palco sobre la nada, la última novela de Alonso Guerrero, publicada por la editorial De la luna libros, de Mérida, que ha venido editando la mayor parte de la obra de Alonso. Quinientas palabras me parecen muchas para un golpe de vista en un blog. Por eso quizá estoy moviéndome en una media de trescientas o algo así. De mis amigos Concha y Fulgencio, parientes del autor, recibí hace unas semanas Perros del desierto (Sevilla, Editorial Alegoría, Col. Memento Mori, 1, 2012), de Francisco Serrano, un relato que lleva a su cubierta el reclamo exclamativo de "¡Un violento western de ciencia ficción!" Muchas cosas juntas. Ha coincidido con la novela de Alonso y me pregunto si yo soy buen lector de relatos así. Ni bueno ni malo; no frecuento este tipo de literatura si no es literatura de verdad. No quiero prejuzgar, pues solo he ojeado lo de Francisco Serrano. Lo de Alonso Guerrero me parece literatura, buena literatura que se sobrepone a cualquier —otra— adscripción genérica. Menos mal, porque no asimilo presuntas formas de ruptura con apariencia de novela histórica, novela negra o rosa, o de novela de ciencia-ficción (¡vaya nombrecito!); y poco me interesan estos desplazamientos si no están anclados en una profunda reflexión sobre el presente y sobre la escritura del presente, sobre la vida, la única verdad. Ni futuro ni pasado si no es presente que nos explique. Por eso me ha gustado Un palco sobre la nada. Es una novela valiente, que no hace concesiones a la galería del mercado y de los gustos del público (?). Que sabe desde el principio lo que quiere decir, que se abre, como es lógico, con una constatación del tiempo: los dieciocho meses de un suceso y los doscientos años de un personaje. "Alma de niño y huesos de mamut: la paradoja de nuestro tiempo" (pág. 11). Es entonces, cuando leemos la edad de un personaje en la primera página de la novela, cuando todo se transforma, cobra otro sentido, entramos en un terreno literario —supuestamente un género— distinto que logra que la primera palabra del texto, un verbo —"Matar"—, no signifique lo que significa. Así, todo, en esta novela en la que el año 2046 es el pasado remoto.
lunes, diciembre 24, 2012
El nuevo mundo o Feliz Navidad
Esta es mi primera entrada en esta nueva realidad. Todo parece igual desde que se acabó el mundo que vivimos hasta ahora; pero es mera ilusión. Que nadie se engañe. Ya todo es distinto. Se ha metido una rata enorme y negra en el cajetín de los contadores del agua y somos un poco más estúpidos que antes. Menos mal que el viernes pasado Federico Mayor Zaragoza llamó asnos a los asnos y nos recordó que cada día mueren treinta mil niños de hambre. Da igual. Los rincones propicios siguen acumulando polvo; pero somos más violentos, más corruptos, más desleales e infames. Algunos siguen escondiéndose sin dar la cara —pobres— y sigue perviviendo —por los siglos de los siglos, y los mundos de los mundos— lo escrito en aquel prólogo al lector por Miguel de Cervantes: "Pues en verdad que no te he de dar ese contento; que puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido; pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya." Qué bueno. Incluso en este nuevo mundo. Hoy es la carne en agua fría, quitar la espumilla guarripera y poner luego la verdura (troceada). 3 o 4 horas. Ajo, cebolla, puerros, pimiento verde —cuidado, que es muy fuerte— en la bandeja del horno untada de aceite. Sobre el referido lecho, la carne. Vino, al rato. 1 hora. Pincho antes, por si acaso. Verduras asadas, trituradas, y se sirve en la salsera. Lo quiera o no, es otro distinto el que escribe aquí en este instante en el que deseo que, en este nuevo mundo, me siga sentando tan bien pensar en ti, amor, cuando no estás. Aquí y ahora todo tiene un color diferente y tengo percepciones de una nueva dimensión. Por eso, la primera novela que he terminado de leer en este nuevo mundo ha sido Un palco sobre la nada, de Alonso Guerrero, mis próximas palabras. Feliz Navidad.
domingo, diciembre 16, 2012
Catálogo de la Fundación Gerardo Diego
En la década y pico de existencia de la Fundación Gerardo Diego faltaba esta firme fe de vida que es el catálogo de sus publicaciones. Es lo primero en lo que pensé al recibir este folletito con lomo impreso. Antes, pues, de leer la última entrega de los "Pliegos La Sorpresa" con las glosas, loas y comentarios de un grupo de amigos sobre las Publicaciones de la Fundación Gerardo Diego 1999-2012, en donde Pureza Canelo escribe desde su oeste extremeño y nos desea buen provecho a los lectores del catálogo; Elena Diego dice de éste que es "fe de vida y real presencia del poeta", su padre; y Julio Neira afirma que el Catálogo de una fundación así "es uno de los contrastes más fidedignos del cumplimiento de sus fines". Poco puedo añadir, pues. Es un buen catálogo organizado por sus colecciones, lógicamente; una buena muestra de la labor editorial de una institución. Coordinado por Pureza y al cuidado de Andrea Puente Álvarez, ha salido en compañía de ese pliego La Sorpresa en el que también escriben Carlos Alcorta, José Luis Bernal Salgado, Rafael Fombellida, Juan Antonio González Fuentes, Luis Alberto Salcines y Alberto Santamaría, además del mismísimo Gerardo Diego con su "Defensa de la poesía" (1927). El catálogo es demostrativo de lo hecho y de lo que vendrá. Por ejemplo, la Bibliografía de Gerardo Diego, el facsímile de Favorables París Poemas, un Diccionario de la poesía en Cantabria, de los últimos cuarenta años, la edición a cargo de Rosa Navarro de la Fábula de Alfeo y Aretusa, o el ensayo de Julio Neira sobre Gerardo Diego y la poesía. A pesar de todo, se echa en falta una visión cronológica de la tarea entusiasta de la Fundación con sus publicaciones. Lo resume Pureza Canelo en la nota introductoria; pero no es suficientemente expresiva o ilustrativa del camino recorrido, del correr de los años, para que se observe — sin contar las ayudas a la edición de autores de Cantabria, las colaboraciones editoriales, y los catálogos de exposiciones con piezas de la Fundación GD, que van organizadas por años— que fue 2009 el más productivo, en compañía del anterior y del posterior, en una línea que esperemos no sea tan decreciente como pintan los tiempos.
sábado, diciembre 15, 2012
Más retales
© CMD
Siempre me ha sonado bien 'al aire libre'; mejor que lo del 'aire puro'. Deportes.— Un domingo escuché las declaraciones de un futbolista galáctico excusándose por no estar todavía a su mejor nivel tras jugar un partido oficial. Me imagino en mi primera clase en septiembre disculpándome por no estar fino tras los meses de verano sin clases... Y a mis alumnos diciéndose: —Es natural, estamos a comienzos del curso. Doméstica.— Dice Juan José Millás que el retrete es una "extraña continuación del intestino". Para mí es algo más, el retrete es una especie de culo ortopédico. Público.— En el arte del toreo —tuvo su tiempo—, se aplaude al torero, como es natural; y se aplaude también al toro, si es bueno. Es bonito ese homenaje. Lo que no comprendo es que el rito contenga también el vituperio en pitos al toro malo, una vez muerto. Llama la atención tanto rigor, tanta finura.
miércoles, diciembre 12, 2012
El oficio de unir
Algunas entradas hay en este blog —una de mayo de 2008 y otra, por ejemplo, de marzo de 2011— que testimonian la relación con la que me favorece una persona como Antonio Sáenz de Miera, que "no es, definitivamente, un ciudadano común", como escribe Francisco J. Laporta en el prólogo al libro que se presenta en Cáceres mañana por la tarde en la Fundación Mercedes Calles-Carlos Ballestero (Plaza de San Jorge, 2, a las 8 de la tarde). Son las memorias de Sáenz de Miera, El oficio de unir —con ese subtítulo de Reflexiones y experiencias de un hombre inquieto—, un extraordinario regalo para conocer mejor a este hombre inquieto que escribe que "Soy ya más pasado que futuro y la verdad es que, mirando al pasado, no me puedo quejar de lo que he vivido, de todo lo que he podido hacer, de las posibilidades que he tenido y de las que, con mayor o menor acierto, he tratado de sacar provecho. No puedo decir que haya hecho todo lo que he querido y como lo he querido hacer, esto creo que casi nadie puede decirlo, pero he logrado una cierta autonomía, una cierta independencia, para tratar de hacer las cosas a mi manera". Así, con todo lo que hay de importante y precioso tras la aparente elementalidad de estas palabras.
martes, diciembre 11, 2012
Ginebra y Borges
No hace muchos días estuve delante de esta frase de Jorge Luis Borges puesta en la fachada de una esquina de la Grand Rue de Ginebra, donde vivió el escritor argentino. "De todas las ciudades del mundo, de todas las íntimas patrias que un hombre va buscando y mereciendo en el curso de sus viajes, Ginebra me parece la más propicia a la felicidad". No sé si la traducción es correcta; la foto, desde luego, no. A la vuelta, me acordé de John Berger. Curioso: de Borges a Berger, que un día fue a Ginebra a visitar la tumba de Borges. Berger, que escribió que la mayoría de las conversaciones y los argumentos políticos tiene poco que ver con la vida verdadera de las personas. La similitud gráfica de los nombres y apellidos de tan extraordinarios escritores no les acerca ni ideológica ni literariamente; pero a mí me ha bastado para relacionarlos.
lunes, diciembre 10, 2012
Cinema memoria
Creo que hay un proverbio que dice que un libro cerrado es un amigo que espera. Puedo añadir que un libro cerrado también puede ser una caja para los caudales de la memoria. Por lo que con el tiempo puede guardar bien preservado: una antigua servilleta, billetes, entradas de teatro, de cine, flores secas... Sólo entre las páginas de un libro puede conservarse tan bien tan frágil material efímero. Entre las de la Introducción a la semántica, de Ángel Raimundo Fernández González, Salvador Hervás y Valerio Báez (Madrid, Ediciones Cátedra, 1977), que compré un diecisiete de enero de 1981, he encontrado este papel volante con el anuncio de una sesión del CineStudio de Cáceres, en el Cine Capitol, por aquellos ochenta. Ahora es fácil saber qué película fue Testigo silencioso (1978), de Daryl Duke, con Elliot Gould y Susan York; pero yo no recuerdo que la vi hace treinta años. Y En busca del fuego (La guerre du feu), de Jean-Jacques Annaud, de 1981, que estrenaron por aquella época. Que recuerdo mejor; quizá porque la he visto más recientemente. Hoy, el único cine que hay en Cáceres ofrece más películas que todos las salas juntas que había en esta ciudad en aquel año en que vimos Testigo silencioso, incluso con sus cuatro pases de 5, 7, 9 y 10,45. Pero no es lo mismo.
domingo, diciembre 09, 2012
viernes, diciembre 07, 2012
En la casa
La próxima semana se celebrará en Sevilla el XI Salón Internacional del Libro Teatral que organiza la Asociación de Autores de Teatro —hace cuatro años que se celebró aquí en Cáceres—, y parece que con ese motivo el dramaturgo Borja Ortiz de Gondra publica hoy en El Cultural una invitación a leer teatro. Una casualidad. Porque el autor de Duda razonable, que acaba de publicar la editorial Ñaque, alude a una película francesa de éxito en cartelera basada en una obra teatral de un autor español vivo. Ayer, precisamente, fuimos a ver esa película. En la casa (Dans la maison), la película de François Ozon basada en la obra de teatro de Juan Mayorga El chico de la última fila, que podría haber sido perfectamente el título para su distribución en español; creo yo. Cuando me la recomendaron unos amigos, no sabía que era una adaptación libre de la obra de Mayorga, que vimos en el Gran Teatro hace más de cinco años, en un montaje dirigido por Helena Pimenta con la interpretación de Ramón Barea en el papel de Germán —en la película, Germain— y de Carlos Jiménez-Alfaro en el papel de Claudio —en la película, Claude. En este blog hay dos entradas relativas a Mayorga y a su obra. Las he releído y rememoro ahora las sensaciones que suscitó aquel montaje de UR Teatro; y siendo la película buena, con muy buena interpretación, muy sugerente en el conjunto, no llega a mostrar esa cercanía —ese interés social— que yo experimenté en el patio de butacas del teatro. Cuestión de géneros. Eso sí, el cine parece que potencia el juego entre realidad y ficción, o, dicho de otra forma, juega más con la potente mezcla de ficción y realidad; enseña de otra manera esta lección de hacer de la realidad materia novelable y expone con la amenidad del relato por entregas —las redacciones de Claude— algunas claves de la escritura. Es una película recomendable que ojalá sirva para remontar El chico de la última fila.
miércoles, diciembre 05, 2012
martes, diciembre 04, 2012
Paisajes en el Círculo
© Foto de Beatriz Gil Burgos, de La huella digital
El pasado viernes, la presentación de la edición de Paisajes después de la batalla resultó un encuentro gratísimo con significadas personas. Aunque tan solo fue un momento; pero intensamente agradable. Me gustó estar en la celebración de los treinta años de una novela que me gusta con la excusa de la publicación de una edición genética elaborada por Bénédicte Vauthier, a quien pude saludar muy poco antes del acto. Una edición espléndidamente editada por Ediciones Universidad de Salamanca, representada allí por la directora de las publicaciones salmantinas, otra cercana colega como María José Rodríguez Sánchez de León, y por Mª Ángeles Serrano, vicerrectora de Investigación de la USAL. Son las mujeres de la foto que ilustra esta entrada y que comparten mesa con Juan Goytisolo, a quien me encantó volver a saludar mientras se disculpaba por el despiste que le llevó a creer que la presentación no era ese viernes sino al día siguiente. Pedro Cátedra, con quien me encontré en la Biblioteca Nacional un par de horas antes del acto y que bien conoce a Bénédicte Vauthier, estaba pendiente del retraso e incluso bromeamos con la posibilidad de que alguien —¿era yo?— se hiciese pasar por otro —¿el monstruo del Sentier?— si Goytisolo no llegaba. Hubo otros gratos encuentros. Conocer, por ejemplo, a Ángel Rodríguez Abad, crítico y poeta —El centinela perpetuo, que no he leído— y colaborador literario con su "Fondo de armario" en el programa de RNE La noche en vela, de Pilar Tabares. Reencontrarme con el mismo entusiasmo que sorpresa con Gloria y Javier, antiguos alumnos que, al parecer, acudieron al Círculo para rememorar mis clases sobre Paisajes después de la batalla. Y la compañía todo el día de mi compañero Miguel Rodríguez Cancho, historiador modernista, que también disfrutó entre literatos y filólogos. Continuará —amenazo—, cuando termine de leer la introducción, las notas y los materiales que acompañan a esta novela profética de Juan Goytisolo.