lunes, diciembre 10, 2012
Cinema memoria
Creo que hay un proverbio que dice que un libro cerrado es un amigo que espera. Puedo añadir que un libro cerrado también puede ser una caja para los caudales de la memoria. Por lo que con el tiempo puede guardar bien preservado: una antigua servilleta, billetes, entradas de teatro, de cine, flores secas... Sólo entre las páginas de un libro puede conservarse tan bien tan frágil material efímero. Entre las de la Introducción a la semántica, de Ángel Raimundo Fernández González, Salvador Hervás y Valerio Báez (Madrid, Ediciones Cátedra, 1977), que compré un diecisiete de enero de 1981, he encontrado este papel volante con el anuncio de una sesión del CineStudio de Cáceres, en el Cine Capitol, por aquellos ochenta. Ahora es fácil saber qué película fue Testigo silencioso (1978), de Daryl Duke, con Elliot Gould y Susan York; pero yo no recuerdo que la vi hace treinta años. Y En busca del fuego (La guerre du feu), de Jean-Jacques Annaud, de 1981, que estrenaron por aquella época. Que recuerdo mejor; quizá porque la he visto más recientemente. Hoy, el único cine que hay en Cáceres ofrece más películas que todos las salas juntas que había en esta ciudad en aquel año en que vimos Testigo silencioso, incluso con sus cuatro pases de 5, 7, 9 y 10,45. Pero no es lo mismo.
Me gusta esta entrada. Yo también soy un sentimental.
ResponderEliminar¡Qué tiempos aquellos del Astoria, Capitol, Coliseum y Gran Teatro! En todos ellos vi buenas películas.