sábado, junio 19, 2010

Saramago

© Foto de Lorenzo Cordero
Ayer, aquí, al lado de casa, en la calle, Luis Sáez me decía que Saramago acababa de morir. Eran las dos menos cinco. Alguien había recibido un mensaje en el teléfono con la noticia. Estábamos aquí al lado, tras la publicación en rueda de prensa del fallo de los Premios Extremadura a la Creación, en los que, por hablar de lo más cercano, se reconoció como mejor obra literaria de autor extremeño publicada en 2009 a Apócrifos de marzo, de José Antonio Zambrano. Unos premios en los que desde su fundación participó activa y amistosamente José Saramago. Por eso fue un momento especial. No era sólo recibir una noticia importante sobre una figura tan monumental; era que coincidía con una experiencia doméstica, con una circunstancia cotidiana que muchos tenemos asociada a la presencia del autor de La balsa de piedra y a la de Pilar del Río, su mujer. Y con esa presencia, la de quien —hoy, ausente, también con tristeza— fue el responsable de que los Premios Extremadura a la Creación contasen con un Premio Nobel de Literatura, Ángel Campos Pámpano. Ayer, ambos, estuvieron presentes, y Portugal. Allí estaban también el ensayista Eduardo Lourenço y el profesor Carlos Reis, como condolientes cercanos.
Y qué presencia la de Saramago en días parejos al de ayer antaño. Recuerdo cuando llamó, hace ya diez años, a Eugenio de Andrade, el primero de los premios a la trayectoria de autor iberoamericano, superando cualquier distanciamiento, para felicitarle sinceramente. Ángel y yo comentando el momento con él. O una conversación en la que estuve de testigo mudo entre Juan Carlos Rodríguez Ibarra y él sobre arte —música— y barbarie. O aquella rueda de prensa en el antiguo Hotel Meliá de Cáceres —en la foto de Lorenzo Cordero, junto a Luis Mateo Díez, Carlos Jiménez y José Guirao—, en mayo de 2006, en la que Saramago pidió que los premios se proyectasen aún más al ámbito iberoamericano. Le agradecí mucho que me enviase un texto para el homenaje a Ángel Campos en Espacio/Espaço Escrito, porque no estaba pasando por un buen momento de salud. Ahora, deja todo. Eso, deja todo

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