sábado, octubre 10, 2009
En Salamanca
Ayer volví de Salamanca y me traje esta mala foto tomada desde mi teléfono. Colegas amigos como Manuel Ambrosio Sánchez y Fernando R. de la Flor nos acompañaron a María Jesús García Garrosa, a Joaquín Álvarez Barrientos y a mí —por la mañana habíamos formado parte de un tribunal de tesis— a que viéramos las ruinas lacerantes del Teatro Bretón salmantino. En mayo pasado un abogado de Los Verdes consiguió paralizar la demolición del teatro iniciada hacía poco, justo cuando se cumplía el aniversario de la declaración de Salamanca como Ciudad Europea de la Cultura en 2002. Parece ser que, con el caso sub judice, con nocturnidad, las máquinas arremetieron contra los muros de lo que fue corral de comedias y lo dejaron como se ve, en un estado en el que ya es imposible una reconstrucción si se decidiese su conservación para más fines culturales. Hemos visto la embocadura de la escena, la cubierta abatida y algunos palcos, todavía enteros...; una imagen inquietante de abandono y desprecio por los bienes del pasado. Una lástima.
Hablando de otras cosas, parecidas, mi hermano me dijo: "Mira, Olga, un pueblo inculto tiene gobernantes incultos".
ResponderEliminarY eso es lo que pasa. Con esto y con todo. Por esa manía de confundir la cultura con el entretenimiento.
El día que derribaron el teatro, un 26 de mayo, el señor Rodríguez de la Flor, entre carcajadas pasó por el Bretón. Pasó. Él que seguro hubiese podido hacer más por el teatro, se consuela enseñándoselo a sus amigos.
ResponderEliminarLo siento de veras, pues el Bretón tuvo una buena programación, en sus tiempos acogió grupos y obras fuera del repertorio clásico y trillado.
ResponderEliminarPuerto
Tal vez algunos no se dan cuenta de la responsabilidad social que deberían asumir. No tendría que serlo todo el dar clases en la Universidad, el "investigar" mirándose el ombligo con publicaciones y curricula de los cientos de páginas escritos.
ResponderEliminarEn Cáceres, algunos no olvidaremos nunca la campaña ciudadana liderada, entre otros, por el Profesor Campesinos. Así se atacó el disparate urbanístico que los aquitectos Tuñón y Mansilla querían perpetrar en la Parte Antigua de la ciudad, haciendo la rueda a incultos snobs con mucho dinero y pretensiones.
Triunfamos los ciudadanos sensatos.Triunfó un profesor, tan buen ciudadano (¡ay, los ideales de la Ilustración, qué necesarios!) como buen profesional.
Por lo demás, criticar y lamentarse es tan, tan fácil...