¿El viejo profesor de latín?
Así, sin más. No la había reconocido y GHB me da luz. Ángel la escribe en el quinto de los poemas en prosa que abren su libro La ciudad blanca (1988), y es una referencia a O sentimento dum Ocidental, de Cesário Verde, del que se cita un verso y medio: Triste cidade! Eu temo que me avives / Uma paixão defunta! Ángel, además, alude a otro verso del canto III del poema del escritor lisboeta (Meu velho professor nas aulas de latim!) cuando recoge en su poema uno de los viandantes del Rossio: “Un mendigo: (¿el viejo profesor de Latín?) me pide unas monedas y, sin querer, rescata unos versos de Cesário: Triste cidade! Eu temo que me avives / Uma paixão defunta!”La cita resulta más cercana aún, pues la recordó Ángel Campos Pámpano en un comentario que escribió para una entrada de mi blog el 20 de mayo de 2007 refiriéndose a otra en el blog de Gonzalo Hidalgo Bayal aquel mismo día: “Hay dos Vila Real de Santo António. El viejo profesor de latín ya aparecía en las prosas iniciales de La ciudad blanca. Cesário ha sido siempre Cesário.”
Obviado Aristófanes —que ya habrá tiempo de dedicarle un rato—, lo primero que he leído de esta nueva novela de Gonzalo Hidalgo Bayal ha sido el texto de Ángel, que no estaba, claro, en aquellas versiones. Sólo cinco palabras enmarcadas con sus signos de interrogación me han detenido en esto. Ya sé lo que me espera tras cada página, tras cada línea, tras cada palabra de esta novela sin concesiones. Un festín.
Quede esta primera nota al pie de una novela que tendrá muchas el día de mañana.
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