Me envía José María Cumbreño el último libro de Littera, de la colección Litteratos: el libro de poemas de Luis Arturo Guichard (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1973), Nadie puede tocar la realidad, que el otro día nos anunció de excursión en su blog y al que hoy alude en una queja justificada contra los responsables culturales de la ciudad.
Gracias a este nuevo regalo rescato lo que anoté sobre la entrega anterior de la colección, A propósito de los cuerpos, de Elena Román (Córdoba, 1970). La brevedad de estos treinta textos en cuarenta páginas no es la razón, es obvio, de que no los haya leído y asimilado, y haya escrito antes sobre ellos. Hay que mirar más bien al entusiasmo de Antonio Reseco y J.Mª Cumbreño que empuja con un nuevo título.
Lo de Elena Román, a quien el propio Cumbreño me presentaba como “un talento enorme” que volveré “a oír en el futuro. Seguro”, es sugerente. Qué digo; apasionante para un apasionado del lado contrario —el otro lado— de esas poéticas del cuerpo que han dado versos tan estimables como aquellos de María José Flores en sus Poemas del cuerpo. (Se publicaron los de María José en Badajoz, en Del Oeste Ediciones, con una viñeta de Domingo Frades y al cuidado de Ángel Campos Pámpano, ay, todo en 1999). Hoy, por temperamento, estoy más del lado de Elena Román, que se para en la frente o en la oreja, en los dedos que llaman a la puerta, en caderas y praderas... Juega con la boca, con el culo y con el codo, y recoge en viñetas historias corporales que son ejercicios de estilo, pompas que estallan por su humor chisposo, y mazazos de crítica directos al hígado, que aquí no sale. Y es que aquí no se habla de órganos internos, del cuerpo por dentro, aunque corazón y cerebro queden invitados, y la sangre salga , pero en un frasco. Corazón y cerebro en la prosa de Elena Román. Un acierto.
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