Como lector, soy un tipo con suerte. Casi siempre leo lo que quiero y cuando quiero. Casi siempre. Cuando tengo que leer por obligación por mi trabajo —por ejemplo, ahora la Pepita Jiménez que hizo Rivas Cherif para el teatro en 1929— también es un placer. Eludo casi siempre participar como jurado en premios, con lo que evito tener que leer mal y en poco tiempo una cantidad inverosímil de páginas. Tengo la suerte de tener más amigos que escriben bien que amigos que escriben mal, y si de ambos recibo libros, son más los buenos. También son más, lógicamente, los extremeños, y entre éstos están los mejores. Es fácil demostrarlo.
Un ejemplo reciente. Me envió Serafín Portillo (Plasencia, 1961) su Mapa de las corrientes (Sevilla, Renacimiento, 2008) y han sido un placer sus lecturas. Conocí la poesía de Serafín en la época del ‘aula’ cacereña de Sánchez Pascual que dio lugar a aquella antología de 1983. Luego, y salvo algunos poemas publicados en revistas, hubo un silencio de casi quince años. Serafín Portillo no publicó libros, se marchó de Extremadura, pero siguió escribiendo. En 1997 apareció Recóndito trasluz, un libro buen ejemplo de recreación de formas clásicas en la poesía moderna y de exigencia técnica; y en 2003, el ‘cambio’ lógico —resultado de un esfuerzo, de un afán, de un ejercicio— de La misma sombra, que presentó la voz actual de Serafín y de su Mapa de las corrientes, que parte o desarrolla algunos de los gestos de aquel libro anterior, sobre todo, de “Canto y bosque”, una de sus secciones. Ambas obras aparecieron en la Editora Regional de Extremadura.
Aunque las partes externas de Mapa de las corrientes, que son dos, “Genealogía” y “Carencia y forma”, tengan tanta relación con todo, es la sección central que da título al libro entero, un largo poema en ocho secuencias, la sustancia de este libro, lo mejor y más logrado de él. Sin duda, es uno de los poemas más justamente antologables en cualquier selección que se haga de la poesía extremeña, como diría el propio Serafín. Tiene todo lo que gusta, un fondo reflexivo sobre el propio quehacer con la palabra que conduce a todas las preguntas, una forma natural y clara, con un sabio dominio del ritmo, un sólido artificio literario que baraja imaginación y realidad, paisaje y escenario; imaginación como memoria y evocación, realidad como certeza, aunque sea de la mentira. Un placer.
He vuelto a leer poesia, Mapa de las corrientes, me ha hecho recordar cuando mi padre me abbainvitó a leer a Gabriel y Galan siendo una niña,con el tiempo descubrí a otro Gabriel(Celaya)Gacias por tus poemas Serafin.
ResponderEliminarP.C
Tuve la fortuna de ser alumna de Serafín Portillo y gracias a él aprendí a amar profundamente la literatura, la poesía y la lengua en sí misma.
ResponderEliminarEs un gran hombre, y creo que de un gran hombre no puede salir otra cosa más que grandes palabras.
Ojalá siga regalándonos sus palabras muchas veces más.